¿Se viene una reforma?
Moisés Panduro Coral
No conozco mucho de cuestiones eclesiásticas, pero un seguimiento de los últimos acontecimientos que vienen suscitándose en el mundo de la cristiandad, me hacen pensar, -tal vez más por ideal que por certidumbre- que se avizora una segunda gran reforma en la iglesia católica. Una noticia recientemente difundida en diarios italianos que da cuenta de un documento secreto de 300 páginas que habría sido puesto en conocimiento del papa Benedicto XVI y en el que se exponen referencias acerca de conductas censurables de sacerdotes absolutamente reluctantes con la moral que pregonan y que están obligados a practicar, habría sido determinante para que el abrumado cardenal Ratzinger presentara su renuncia inapelable con plazo fijo.
Si nos retrotraemos en el tiempo, la primera gran reforma de la iglesia católica tuvo lugar en el siglo XVI, aun cuando sus antecedentes se remontan al siglo XV, cuando la corrupción eclesiástica y la crueldad con la que tomaban decisiones sobre el destino de sus feligreses, se hizo insostenible e insoportable. En aquellos tiempos era muy extendida la idea de la existencia del purgatorio, un dogma del catolicismo medieval que se mantiene hasta nuestros días, según el cual las almas deben pasar por este estado transitorio de purificación y expiación antes de convertirse en almas puras con derecho a obtener un lugar en el cielo.
Sin embargo, había una forma de saltar con garrocha esa exigencia, de liberarse de ese martirio imaginario, de ese tormento necesario para la purificación final, y ésta era la indulgencia, un documento que eximía al alma de pasar por ese tan temido purgatorio y que era otorgado por el clero católico. El asunto es que las indulgencias se compraban y eran vendidos al mejor postor. O sea, con un poco de oro y moneda, podías obtener el derecho de ir al cielo, caso contrario tu alma, después de muerto tu cuerpo material, estaba condenada irremisiblemente al purgatorio. La historia registra que la Basílica de San Pedro se construyó con la venta de indulgencias y que esta práctica a todas luces anticristiana no fue solo una estafa escandalosa y un engaño a miles de creyentes, sino que sirvió para enriquecer a la clase clerical y a la institución religiosa que ella representaba.
Contra este sistema corrupto se levantó Martín Lutero, el gran reformador en Alemania. Para él, que era un sacerdote católico agustino, era evidente que la iglesia católica había caído en un oscurantismo y en una falsedad que poco o nada tenía que ver con la iglesia cristiana primitiva, aquella de los mártires cristianos, aquella que se expandió en todas las lenguas después de la crucifixión, muerte y resurrección de Jesucristo. La intención manifiesta de Lutero era reformar el catolicismo a partir de una revitalización de ese cristianismo primitivo. Y no estuvo sólo en su propósito. Poco tiempo después de que Lutero expusiera y argumentara sus 95 tesis en Wittenberg para reformar el catolicismo, aparece en escena otro gran reformador, Juan Calvino, teólogo y humanista francés que adoptó los puntos de vista del primero. Así, además de la religión católica, el cristianismo, tuvo en el luteranismo y en el calvinismo otras expresiones respecto de la salvación del alma basadas en el estudio e interpretación de la Biblia. Ambas expresiones religiosas, conjuntamente con el anglicanismo y la iglesia presbiteriana, conformaron inicialmente el protestantismo que en nuestros días se han multiplicado en incontables denominaciones religiosas con miles de feligreses en todo el mundo.
Pienso que estamos ante un momento clave en la historia del cristianismo. La aparición de modernas teorías científicas que nos obligan a reinterpretar el mundo sin alejarnos de Dios sino más bien acercándonos a Él, la urgencia de transparentar las decisiones de las jerarquías religiosas que abonaría en pro de la extirpación de conductas clericales reñidas con su misma prédica –la pederastia es uno de los actos impuros más denunciados-, aparte de la necesidad de una catarsis institucional, una renovación del formato de la fe, deben ser elementos catalizadores para una gran reforma en el catolicismo que propiciaría el surgimiento de una nueva Humanidad. En el fondo de mi ser, tengo la convicción de que Benedicto XVI sabe que éste es el tiempo de la reforma (no de los parches) pero ha sido humilde y grande al reconocer sus limitaciones para afrontarla.
La tarea que tienen los cardenales que dentro de poco elegirán al nuevo Papa, jefe supremo de la iglesia católica, es de gran responsabilidad. Deben apostar por una personalidad indoblegable, un hombre de decisión inquebrantable, un ser prudente y piadoso, un sabio fiel y paciente, más o menos joven de edad, que tenga clara la misión de reformador que asumirá, no para crear un cisma religioso como ocurrió hace más de cuatro siglos, sino para construir la convergencia de las divergencias en una plataforma estructural y espiritual limpia, prístinamente cristiana, y libre en sus actos de todas las corrupciones y tentaciones que podrían haber generado descrédito a la institución católica ante los ojos de millones de seres humanos.
Es evidente que la iglesia catòlica esta pasando por una grave crisis de valores morales,politicos y financieros.Necesita urgente algunos cambios para recuperar la confianza de la poblaciòn catòlica mundial.Aunque yo soy adventista ,pero me da mucha pena que la iglesia màs antigua de este en crisis.
Estimado Moisés Panduro Coral, somos estudiantes universitarios, jóvenes, no tan jóvenes y jóvenes de espíritu, católicos devotos, consecuentes y conocedores de la vida de Iglesia que nos corresponde a todos los bautizados.
Somos conocedores de la realidad loretana, pues, vivimos aquí, aquí estudiamos y aquí ejerceremos. Hemos leído su artículo, y no podemos dejar manifestar:
Primero: Agradecerle, porque usted como figura política de particular relevancia en este medio, ha opinido de manera respetuosa y sincera (nos parece) sobre la situación actual que vive la Madre Iglesia en estos momentos.
Segundo: Sobre lo publicado en medios italianos, sobre el supuesto informe de los vatileaks, y como la red gay que impera en la Santa Sede, que fue elaborado por la comisión de 3 cardenales, que habría obligado al Santo Padre al conocer todo su contenido, es MENTIRA. El autor de ese artículo publicado en el diario de circulación italiana «la Republica», ha reconocido que no tuvo acceso a ningun informe, y que sabía muy bien que esa noticia iba «gustar» en todo el mundo, y es cierto, todos los medios sensacionalistas han hecho eco de esa mentira, tratando de desprestigiar a la Iglesia, y en forma especial a la figura del Papa. Así que debería dar por desechada esa fuente porque es mentira.
Le recomendamos, si ha de escribir sobre la Iglesia basándose en fuentes reales, lea esta página web: http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1302231001-informacion-opinion-manipulac
Ahora, si usted es católico, le rogamos que eleve sus plegarias a Dios Todopoderoso para que conduzca Su Iglesia en estos tiempos, que conceda a este tiempo, un Papa firme y fuerte para asumir tan pesada carga, que los cardenales sean iluminados por el Espíritu Santo para que, puesta su mirada en Dios, escojan al hombre adecuado que conduzca la barca de Pedro.
Saludos.
Sería interesante un reforma en la Iglesia Católica para sacudirse de todos los problemas de corrupción,de pedofilia y de las luchas de poder entre los sectores progresistas y conservadores.Pero parace que la salidad del papa Benedicto XVI representa la continuación del oficiliasmo en el poder y la confirmación de que dentro de la Iglesia hay un nucleo duro que protege estos actos inmorales.Hay recordar estimado Moises que Benedicto XVI era un progresista y cuando llegó al sillon de San Pedro quiso cambiar algunas cosas y no pudo y tuvo que defender temas como el homosexualismo,el aborto,etc.Eso podria ser una hipotesis de su virtual salida,el no poder luchar contra ese sector conservador de la iglesia.
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