RUIDO PARA NADA
Entre la furia de bombos y platos, la estampida de cacerolas y latas y el ruido de sartenes y ollas de aluminio, algunos regidores de la comuna de San Juan pretendieron hacer el agosto esperado al decretar la vacancia del grande alcalde Francisco Sanjurjo, ese cantante desafinado de karaoke. Todo fue de improviso y se armó el inevitable zafarrancho, el lío de costumbre. Los partidarios del supuesto derrocado se opusieron a la medida y apelaron a la violencia o a la razón. El mismo burgomaestre salió a declarar en los medios y hasta invirtió el billete de todos para fomentar el autobombo de su gestión.
El desafinado cantante de karaoke no necesitó invertir tanto para evitar su vacancia. Debió guardar esos reales para salir con su pala, su rastrillo, su podadera, su serrucho, su garlopa, su pichana, su trapo para la limpieza, su matamoscas o tábanos o cualquier otro objeto publicitario de las importantes labores de su mala gestión. En realidad, los regidores de marras dispararon por la culata o ni siquiera tentaron el tiro. Ni con pólvora de mentira o de fogueo. Sus argumentos, eso de las vacaciones ilegales y alguna otra hierba, son fácilmente rebatibles. Carecen de la necesaria contundencia para mandar a su casa, o a otro lugar cerrado, a la autoridad edil. Así las cosas, la figura legal de la vacancia, o jubilación anticipada de una función de gobierno, se convirtió en una broma de mal gusto, en una movida para el relajo ciudadano. No en una medida eficaz que a la corta o la larga beneficie a la comunidad en general y al individuo en particular.
Para nada fue tanto ruido, lo que demuestra que detrás de esa vacancia frustrada se mueven otros intereses. Intereses que tienen que ver con el pequeño y precario poder provinciano. La vacancia o la misma revocatoria son herramientas que más tienen que ver con la angurria, la revancha personal, el ajuste de cuentas. No son, todavía, mecanismos de control de parte de ese personaje desperdiciado: el elector.