Con el poeta Jorge Nájar Kokally habíamos quedado encontrarnos en París, hace meses él había estado en Madrid. Llegó con unos minutos antes al hotel y lo primero que entregó luego de abrazarnos fue su poemario “Espíritus”, de reciente presentación pública en edición bilingüe cuyo traductor es Michele Lefort. Es un poemario dedicado a sus padres y la floresta, como no, está presente a lo largo del texto. Hay poemas memorables como el que dice: “En la naciente de los ríos/ en una aldea quemada/ la radio en la oscuridad/ humeaba vapores de cantina…”. Tengo la impresión que Jorge está en París aunque su corazón y vísceras están en la Amazonía. Tomamos el metro y nos dirigimos al Quartier Latine barrio de las artes y de la bohemia de esta ciudad. La caminata era aliñada de nuestra preocupación común la floresta y sus habitantes, de las publicaciones en el reino de la precariedad, de los amigos y no amigos en común, de los editores tropicales y sus gazapos, de la falta de una política en los bosques en relación al libro, de lo endeble de nuestras administraciones con la cultura. Teníamos la sensación que al final de estas preocupaciones nos topábamos con una puerta cerrada por el cortoplacismo de la clase dirigente, no sólo política. Todas esas preocupaciones tenían como fondo al Sena o en el café “La Pallete” donde Jorge, me contaba, hacía vida bohemia y que fue el ombligo del mundo de muchos de sus amigos en el exilio parisino. La ciudad y sus calles despertaban su memoria locativa. Sitios emblemáticos donde estuvo Vallejo, Cortázar, Vargas Llosa, el museo de Delacroix. Aunque también hay lugares que han desaparecido y han edificado hoteles, la especulación inmobiliaria no tiene nacionalidades. El barrio latino tiene cierto encanto. En uno de los escaparates de la tienda vi una pintura con el rostro de David Bowie o un mural con un poema de Rimbaud. En un momento del paseo dentro de mí me venía la narración de “Rayuela” de Cortázar recorriendo estas calles con su erre afrancesada. El vagabundeo por estas rúas también nos llevó hasta los Jardines de Luxemburgo – donde también hay canchas de tenis, o personas jugando una partida de ajedrez. Cada rincón, cada calle me abría un poco de historia de la literatura. Eran como flashback. El colofón de nuestro encuentro fue una cena con María José y F y, otra vez, la floresta afloraba en las conversaciones. Paris conectada con la Amazonía aunque esta apenas nos escuchara. Como dice el poeta Nájar en su poemario “Espíritus”: “Cuando regrese, si alguna vez ocurre, /estaré muy lejos de cuanto pude haber sido”.

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