Publicamos este fragmento de la novela “El insomnio del perezoso” de Miguel Donayre como un homenaje del autor a Mauricio Rubio.
XVII
Uno de los dirigentes de la federación, Mauricio Rubio, que andaba siempre risueño y muy colaborador en solicitudes y quejas, me explicó mientras masticábamos coca que ellos llegaron a Pucaurquillo porque un patrón cauchero, ¿Salazar?, ¿Rojas?, ¿Loayza? , no recuerdo cuál, los desgajó del racimo central del Putumayo. Los trajeron contra su voluntad para que extrajeran las bolas de caucho. Fueron secuestrados y desperdigados por este mar verde de coral y sin agua salada. Me mostró un bloque de hormigón en pleno monte, que testimoniaba la presencia cauchera por el Ampiyacu. P. 294
En cambio, la suerte de él era muy distinta a la mía. Él no eligió, lo descaminaron. De acuerdo con la literatura consultada, la etnia de Juan soportó muchos raptos como el que me contó Mauricio en Pucaurquillo. Sus padres vivían en el Putumayo y los trajeron por el Ampiyacu para explotar la goma, se quedaron allí sin billete de vuelta. Otros primos fueron depositados en otro fundo gomero por el río Momón. Los trataron de descoyuntar, separar, borrarlos y ellos miraban con alegría, fastidio y burla a lo que ocurría en el mundo. Se reían de sí mismos y de los turistas pánfilos que fotografiaban la danza de la culebra. P. 302
XVIII
Ataba hilos y ensamblaba cachos de historias de lo que el azar me prodigaba de manera generosa. Primero fue el abuelo de Arí en El Estrecho. Luego el hallazgo de Percy, más tarde el bloque de cemento en la aldea de Mauricio en Pucaurquillo. Mi paso por Burdeos, ahora es un familiar de Arana quien me planta cara. Algo me quieren decir. Qué putada, no podía desentrañar con claridad el lenguaje encriptado de esas casualidades. La historia renqueaba. P. 380
La foto del párvulo me zarandeó y despabilé. Ataba cabos, en las reuniones en la maloca de Pucaurquillo, me refirieron que en la época del éxodo muchos niños se perdieron en el camino, los caucheros los regalaban. ¿Cómo?, pregunté. Sí, los niños se quedaban con los caucheros, porque sus padres fueron acuchillados por ellos y servían de mano de obra gratis en las casas de éstos. Otros murieron de tristeza. Bullía. Ahhh, rebusqué en mi memoria que Mauricio me relató una vez que a varios muchachos se los llevaron al extranjero. ¿Qué? Uno de ellos viajó a Londres. Mis oídos oyeron música de percusión. No puede ser. Muchos viven por allí. Sí, están fuera de sus orígenes. Mierda, no era entonces una historia embrollada en la floresta. Una de ellas, Teresita, se casó con un hacendado de la costa. ¿De qué te asombras?, me lanzó la pregunta seriamente Mauricio. No, es asombro. Lo que pasa es que los rastros del niño que se fue para Londres los sigo desde hace un tiempo y tú confirmas la información que me dio el sobrino de Arana. Mierda, saltaba, brincaba, chillaba. Por fin, atinaba en plena diana. P. 384
En la foto del lado derecho la familia de Mauricio, gracias Brus por las fotos que ilustraron estas reseñas
De la novela «El insomnio del perezoso»