Los políticos están en crisis y los únicos que no se han percatado son los políticos. Por eso tenemos el caso de políticos que no sólo niegan amistades sino que persisten en mantenerse en el poder de sus partidos con la descabellada intención de regresar al poder mayor. La casa se incendia y ellos quieren salvarse solos como si no fueran parte del siniestro.
“La llegada del Caso Lava Jato al Perú, cuya punta de lanza son las confesiones de Odebrecht, está destruyendo con la voracidad de un incendio la reputación de personas, empresas, ideas y hasta nacionalidades completas. Si hubiese que hacer un símil con los efectos devastadores de un incendio, podrían clasificarse las pérdidas de reputación con la misma escala con que se mide la gravedad de una quemadura”, escribe Alfredo Torres, Presidente Ejecutivo de Ipsos Perú. Claro, el caso Lava Jato sería una fantasía si es que los políticos no hubieran abierto la puerta a todo lo que hicieron los empresarios brasileños en su país, especialmente en Petrobras. Una vez abierta esa puerta por todo América el incendio se generalizó sin distingo de ideologías ni de género.
En este siniestro ni siquiera se pretende una salvación colectiva. Si no individual. Y donde lo único que interesa es salir ileso, sin quemaduras. Eso no es posible. Porque, como bien lo señala el mismo articulista, los hay de primer, segundo y tercer grado. Donde -lamentablemente- ni el actual Presidente de la República se salva. No sólo eso sino que lo menos que interesa es salvar el sistema, a pesar que muchos no se cansan de repetir que la democracia es la que permite sacudirnos de estos flagelos y no se detienen a pensar que es -lamentablemente- la misma democracia que permite esas desviaciones.
“Reputación es lo que dicen de ti cuando no estás presente. Las personas e instituciones con gran reputación generan más confianza y desarrollan un halo positivo que las protege de acusaciones sin fundamento. Pero la reputación se sustenta en la conducta. Si algo bueno dejan los incendios es que enseñan a corregir descuidos y otras malas prácticas. Ojalá esta enorme crisis de reputación enseñe a personas e instituciones que no basta con parecer honestas. Hay que serlo”, dice el mismo Torres. Los acontecimientos post hallazgos de cuentas coimeras de ejecutivos gubernamentales en Perú no ha servido hasta el momento para que los directa e indirectamente involucrados se empeñen en parecer honestas porque lo son. La reputación es lo que menos importa, por lo visto.