ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Teniéndola tan cerca nos mantenemos al margen de su vida y pesares. Ni siquiera los protectores de animales de Isla Grande –como tan acertadamente llama a Iquitos el escritor Miguel Donayre Pinedo- la toman en cuenta en sus movilizaciones. Esos protectores están más preocupados en los animales domésticos, como si Quistococha, el único zoológico de la región no fuera el hábitat doméstico de especies que dan pena, y se hacen de la vista gorda ante el cotidiano maltrato de monos y monadas. Hay que cuidar a los que ladran y maúllan, es verdad. Pero los que rugen, lanzan gemidos y de vez en cuando sacan la cabeza para mirar al mundo también deberían llamar nuestra atención.
Teniéndola para aprovecharla la desperdiciamos. Debería ser el lugar obligado para conocer y querer a nuestra flora y fauna. El penúltimo intento por convertirla en un lugar decente y habitable para los hombres y animales se hizo hace algunos meses cuando se luchó para que, por lo menos, tengan alimentos respetables. Se fracasó en el intento y hoy, al regresar a sus predios hace algunos días, la he visto maltratada no solo por el tiempo sino por el olor desagradable que se expira en su perímetro y que impide que cualquier visitante se inspire. Quistococha, luego de varios años de ausencia, ha servido para darme cuenta –una vez más- que cualquier tiempo pasado fue mejor al son de Jorge Manrique. Y, ojo, que no sólo es la olvidada del turismo cuando debería ser la princesa de la ecología y la conservación. No solo dejan de atenderla sino lo poco que genera se va por los cauces putrefactos de una administración que la trata como el patito feo del sector turismo. Y eso que, tanto autoridades, pobladores y periodistas, no cesamos de repetir que el turismo es el que nos llevará al desarrollo.
La he visto después de mucho tiempo y me ha dado pena. Los animales y las plantas. Y mientras recorría sus pasillos he recordado que en esos ambientes el poeta Ernesto Cardenal escribió un poema espontáneamente donde resalta no solo la vida animal del lago sino el cantito ingenuo de un niño que hace las veces de guía. Nadie hará nada por Quistococha. Porque nos hemos especializado en maltratar las cosas bellas de la vida. Así que pasarán los años y los siglos y este parque -tan fotografiado- seguirá escondiendo tras de esas postales un maltrato no sólo a los animales y pantas que allí habitan sino a nosotros mismos. La he visto y me ha invadido la pena y, aun así, me he prometido volver pronto.
LLAMADA Así que pasarán los años y los siglos y este parque -tan fotografiado- seguirá escondiendo tras de esas postales un maltrato no sólo a los animales y pantas que allí habitan sino a nosotros mismos.