La euforia —no sé si justificada para este contexto preocupante en nuestro país, pero si exagerada a mi impresión personal— que representa la clasificación de la selección peruana significa una oportunidad maestra para nuestra clase política, aquella capaz de crear cortinas de humo con el uso desmedido de medios de comunicación amarillistas y sensacionalistas. Sé que es un hito histórico para el fútbol peruano haber clasificado a un mundial (el campeonato más importante en este deporte) después de 36 años, mas no comprendo la prioridad o valor supremo que otorgamos a esta sensación de felicidad, existiendo en nuestro medio más cercano carencias sustanciales como urgentes que afectan nuestra calidad de vida. Llegamos involuntariamente a atentar contra nuestros derechos y olvidamos nuestros deberes.
El presidente de la Republica es el actor político que siente con mayor punzada la encrucijada por la que pasa el Ejecutivo, por ende, todo el entorno del gobierno siente, con diferente intensidad, la desacreditación por parte de la población. Tratar de favorecer o agradar a un bando como el fujimorismo no parece ser la mejor estrategia para mantenerse en el poder.
El bando de los fujimoristas está dispuesto, sin cuestionamientos u otras alternativas, a brindar el apoyo necesario al mandatario, es decir a no ser tan golpistas con las iniciativas que se presenten desde el gabinete ministerial. Evitar algún conflicto de interés, por el momento.
Mientras que, en los demás bandos dentro del parlamento, las posturas de respaldo a la gestión del Sr. Vizcarra son múltiples, pues, hay de aquellos que todavía lo consideran como el salvador de la abrumada crisis en que nos tenía la era PPK, y aquellos que ya empiezan a manifestase considerándolo como la continuación del problema, en efecto lo ven como el hombre que terminaría por empeorar las condiciones de vida para varios sectores de la población. Pruebas de ello sobran hoy en día.
Además, las encuestas —quizá los enemigos mayores de los políticos— dejan por evidenciado el crecimiento acelerado de la desaprobación para quienes nos gobiernan. “Cuando llueve todos [los políticos] se mojan y por su propia tempestad. La paciencia frente a esta nueva crisis creada con la caída de PPK sería lo que en verdad se está viniendo abajo.
Las críticas e interpretaciones pesimistas sobre el presente gobierno tienen orígenes diversos. Para una mejor compresión de las fuentes se puede mencionar algunas: en principio está la idea de que el mandatario está cediendo campo cada vez mayor a una dictadura del Congreso “Naranja”, sumando la idea de un gobierno frágil, dedicado a ceder o agradar a la oposición para sobrevivir.
En fin, los políticos seguirán haciendo fortuna personal con el dinero de todos los peruanos, hasta que no seamos competentes para reclamar por la defensa de nuestros derechos, por la disminución de la desigualdad social, por la disminución de la violencia, al igual o con mayor intensidad que, esas marchas a favor del retorno a las canchas de fútbol de Paolo Guerrero.
“Quererte a ti [Perú] es haber perdido el miedo al dolor, es luchar contra nadie en la batalla” — diría la letra de una conocida balada, pues si solo se crítica y no se actúa desde nuestras casas, o a lo peor, si ignoramos nuestra situación, es como mostrarle amor a la mala a nuestro país.