No es de ahora, es cierto, pero esta degradación como que se va agravando o haciendo mucho más evidente. Como que nos estamos acostumbrando y, lo más preocupante, la gente se convence todos los días que esto es normal y por lo tanto hay que tolerarlo y aceptarlo. En el periodismo hay estilos, formatos, líneas editoriales, libertad de opinión, etc., etc., pero nada de eso tiene que ver o justifica este ‘huaico’ que arrastra la decencia y nos deja la desgracia del insulto, la grosería y la calumnia.
Con mayor razón los que tenemos la enorme responsabilidad de estar frente a un micrófono, una cámara o al teclado de una computadora. No somos seres especiales pero si estamos en la obligación de marcar la diferencia para bien. No podemos decir alegremente lo que se nos venga en gana como si estaríamos en la huerta de nuestra casa. Los medios de comunicación donde trabajamos son de servicio público y el público merece respeto.
Qué nos hace diferentes a los periodistas. En este caso, simplemente el manejo adecuado del idioma, por lo tanto debemos esmerarnos por usarlo correcta y adecuadamente, no solo en la parte gramatical sino sustancialmente para convertirlo en una herramienta valiosa y legitima para la ciudadanía y la vida democrática.
Pero de un tiempo esta parte hemos sido invadidos por personajes que han confundido la nobleza de esta profesión con el más vil de los oficios. Gentes que no son capaces de hacer esa diferencia y todo porque se sacaron el número mayor de la tómbola que las autoridades y grupos de poder han convertido -desde ya hace varias gestiones- a esta labor.
Hoy creen que son críticos insultando, que con lanzar a gritos groserías están combatiendo la corrupción, que con calumniar y difamar ligeramente se gana audiencia. Hoy esos mismos son mantenidos por los poderes de turno para cumplir con el papel sucio atacando a sus ocasionales rivales políticos. ¡Sí! Son esos que sin sangre en la cara te dicen que no son periodistas pero que son comunicadores sociales, ignorando que lo primero es una especialización de lo segundo. Pero no es menos lo uno de lo otro o si quieren no deberían estar divorciados para el cumplimiento amplio de la profesión. Pero la ignorancia, en este caso, no solo es atrevida sino también grosera y matona.
Y en la práctica los tienes, principalmente en radio y televisión, rindiéndole culto en medio de gritos al insulto y a la grosería, balbuceando y sacándole lustre al estiércol y a todo el veneno que les es posible generar por encargo, por ganarse sus frejoles, por chamba delivery a tal o cual poder.
Pero yo pregunto. Acaso estos oscuros personajes son los únicos y exclusivos responsables de toda esta inmundicia. Definitivamente que no. Tan responsables o más son las autoridades -las actuales y las anteriores- porque el Gorelor y municipalidades destinan un presupuesto para mantener a sus ladradores y monos con metralleta –y eso que dicen que no hay dinero por la crisis-, en segunda línea esta los políticos que están en campaña y que también requieren del exclusivo servicio de estos mercenarios de la comunicación. Pero, creo que tremenda tajada de esta torta de barro y excremento se la llevan las audiencias, o sea los que les escuchan y/o los ven.
Mención aparte merecen los empresarios que ayudan a mantener estos espacios en radio y televisión. “Compren mi producto así se publicite en medio de la porquería”.
Entonces, decimos. Dejémonos de tonterías e hipocresías y que cada quien asuma su rol en todo este rollo. Si te gusta comer mierda… pues métele un poco de condimento y adelante… Que te haga provecho. Así de crudo, cochino y directo, señores.
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