Por Miguel Donayre Pinedo
Hace unos días que se cumplió los noventa años del natalicio de Julio Ramón Ribeyro, que se solapaba con los veinte y cinco años de su partida. Se han hecho homenajes en Madrid y en Lima, merecidos por cierto, sobre la figura y obra del autor de “Silvio en el rosedal”. Para muchos la obra de Ribeyro es una novedad, sobre todo esa novedad es en el extranjero, extranjero quiere decir a este lado de la cocha. Recuerdo que en mis años verdes de la universidad leía mucho de sus cuentos y novelas. Me quedé fascinado con “La casa sutil”, memorable texto. De lo escuchado en Madrid por un escritor peruano explicando la obra de Ribeyro me parece que se quedó corto porque cayó mucho en las anécdotas sin sentido y repetidas. Tejió un aura de provincianismo mental que no ayuda que la obra de JRR se pueda conocer. Lo interesante hubiera sido plantearse ¿por qué un escritor como JRR gana adeptos en estos años y después que él haya fallecido? Haciendo un paréntesis, tenemos similar caso con Mario Levrero, gran escritor y que tanto JRR como Levrero tienen mucho en común por la manera de vivir la literatura. Me parece que JRR en Europa (en especial en España) se hace conocido por sus “Prosas apátridas” más que por sus cuentos (siendo Ribeyro un extraordinario cuentista) y eso tiene sentido- un gran divulgador de la literatura peruana es el escritor catalán Enrique Vila- Matas. Es una prosa intimista, bien labrada con la cual va desbrozando el momento que está viviendo que se parece mucho a la Europa de hoy, con sus matices claro está. Profundiza las preocupaciones de la persona contemporánea en la que Dios ha muerto, donde el gran relato se ha diluido. En un momento de transición que no sabemos hacia qué dirección vamos y de muchos dogmas (incluido el liberalismo) están siendo cuestionados. En un contexto así JRR calza muy bien y tiene mucha vida o pura vida.
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