Pruebas al canto 

En la humana historia,  poder y droga no se desconocen ni se enconan a la hora de la verdad.  El consumo del vino o de otro licor, con que los emperadores romanos se tiraban a la pera, era  un juego de niños malcriados  o un pasatiempo de compadritos  chupadores, comparado con el uso del poder de la droga que acaba con el ejercicio del poder político. El fenómeno es reciente y no hay país, prácticamente,  que pueda considerarse libre de la ambición de los capos y los sicarios. Se puede decir que México, hoy por hoy, es el país del continente más contaminado por las mafias que controlan el tráfico de drogas. No creemos que este Perú de fumones y fumódromos  se encuentre a  la altura de los pobres charros. Pero nunca está demás tomar medidas contra ese flagelo.

Escribimos ello debido a un pequeño escándalo o que se armó entre nosotros, los provincianos de esta parte del país. Todo ello a raíz de las declaraciones del señor Jaime Antezana sobre la existencia de doce congresistas actuales que están vinculados al turbio negocio.  El tema es ya viejo, es una repetición de lo ya conocido. El señor Antezana dice desde hace tiempo lo mismo. El problema es que nadie toma la decisión de investigar siquiera al aludido,  solicitándole  por lo menos pruebas de lo que dice.

Entre tanto, de acuerdo a las mismas declaraciones del presidente del Gobierno  Regional, la Amazonía baja se convierte en un emporio de producción de coca. Nadie hace nada. Y el flagelo parece crecer ante nuestros ojos. La olvidada canción “Vamos a Tocache”, símbolo al revés del auge del polvo blanco, podría convertirse en la proliferación de temas de alabanza a los traficantes de esta otra parte. Todavía estamos a tiempo de evitar el infierno que es la presencia de las mafias en determinado lugar.  En ese sentido, el congresista Víctor Grandez debería corregirse. En vez de pedir pruebas a Antezana, debería ir a buscarlas.