Protesta de enterrados

Protesta de enterrados

La protesta contra los famosos chinos, que no están en quiebra aunque fumen como tales, puede desbordarse en una encarnizada violencia. En algo inusitado que después lamentaríamos. Escribimos eso a raíz del  último  hecho contra los abusos o excesos de los orientales que parecen no respetar nada. Los vecinos de Prolongación Putumayo, cansados de las conocidas acciones malcriadas de esos constructores, y para llamar la atención de la prensa y de las autoridades, decidieron enterrarse vivos y coleando, pero como si estuvieran a punto de irse con su música a otra parte.

Todo aquel que protesta de esa manera ha entrado en la desesperación. Y esa desesperación viene de atrás, desde que los famosos chinos comenzaron a hacer trizas todo respeto al ciudadano (a). Pese a tanta protesta nadie hizo hasta ahora nada para poner en vereda a los chinos de marras. El tiempo pasa, la dichosa obra todavía no se concluye y los orientales siguen en las mismas. Nadie puede estar en contra del alcantarillado, de los reservorios, de las aguas servidas y no servidas. Pero nadie puede soportar con las mandíbulas aprestadas tanto abuso.

La protesta de los enterrados no es una protesta más dentro de la cartografía de las tantas protestas que ocasionó y ocasiona esa obra. Salvo que se crea que los moradores de esa calle están locos, se tiene que tomar nota de ese entierro forzado y sin muertos. Se tiene que tomar medidas adecuadas para hacer que los chinos hagan su obra, pero sin perjudicar a nadie. Sin darse de intocables, de sordos, de abusivos. No están trabajando gratis. Cobran para mejorar el servicio del agua y sus conexiones. ¿Tan difícil es ordenar a los chinos o multarlos para que cumplan cabalmente con su labor?