Primeros en el mundo

El Perú inmortal de las eternas cumbres nevadas, de las  gloriosas arenas contemplando el espumoso mar, de los infinitos ríos y quebradas, de los apreciados cuernos de la abundancia, acaba de anotarse un poroto más en su no tan notoria lista de victorias. El gran país pelagatuno, la soberbia nación cocinera y cocalera, ya está en el primer mundo. Del delito. Cifras oficiales, números irrefutables, le conceden el primer lugar en la fabricación de billetes. No de soles o de despreciados billetes bananeros. De verdes dólares falsos. Ciertos peruanos de alma y corazón bien puestos, de orgullosa blanca y roja cruzando sus henchidos pechos, son tan talentosos, tan eficaces, en mejorar sus condiciones de vida que fabrican esos buscados verdes billetes sin permiso del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. 

En imitar, copiar, calcar, esos villegas yanquis o billetes gringos, son tan versátiles, tan innovadores, tan exactos,  que han dejado atrás a la competencia. No tienen rivales a la vista, salvo los efectivos de la  tombería planetaria. El primer lugar a nivel mundial en asunto tan peliagudo, en un rubro que exige alta tecnología, bastante buen pulso y mucha concentración, es muestra cabal del espíritu emprendedor de ciertos compatriotas, es el pasaporte a la competitividad universal. Es la excelencia en el mundo. Del hampa. El acierto en el delito dolarado, en la crónica roja, en el campo de la delincuencia, es apenas una muestra de lo que son capaces algunos peruanos.   

Las preguntas caen de maduras ante tal destreza incaica. ¿Por qué en el rubro pelotero no estamos en igual nivel de eficacia, primeros en la tierra, en las grandes ligas, en las grandes lides? ¿Cómo hacemos a partir de ahora para ocupar el primer lugar a nivel mundial en el arte de la lectura?

1 COMENTARIO

  1. Exigiendo a nuestras autoridades que inviertan en educacion, haciendo del deporte una alternativa agradable a las borracheras y al ocio, eligiendo bien a nuestros gobernantes para que no sigamos guiados por ciegos que no ven mas alla que su propio beneficio en detrimento de las grandes mayorias, cuando entendamos que ser inteligente no es robar sin ser descubierto sino mas bien, descubrir que para no tener que robar hay que esforzarse y luchar duro en la vida. Cuando los gobernantes dejen de propiciar una sociedad de mendigos, personas inutiles que solo esperan el mana del cielo para sobrevivir.

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