Casi toda la literatura política en defensa de los bosques se centra en la Amazonía. Entre los argumentos están que esta gran ecoregión es un gran sumidero que C02, la ingente cantidad agua dulce que entrega a los océanos, la variada fauna silvestre, la flora diversa y entre las más inverosímiles que puedan poblar la tierra, la presencia de muchos pueblos indígenas en este lado del mundo. Son digamos la munición que tienen los activistas de la ecología o ambientalistas que están a pie del bosque (no de aquellos ufanos de traje y corbata) para reivindicar la vida y la protección de este ecosistema a este lado de la floresta. Este trasvase de las ideas políticas ha cundido en el ámbito constitucional. En el caso peruano en los Constituciones de 1978 y 1993 se menciona expresamente (y con cierta ambigüedad) aunque sea a nivel de principios rectores a la Amazonía. En el ámbito internacional hay un sugestivo soft law para defender la floresta. Sin embargo, todas estas ideas, el desarrollo constitucional e internacional no ha sido leitmotiv para los partidos de ámbito regional o local en la Amazonía norte. Este discurso ambientalista, curiosamente, no ha calado entre los políticos y políticas de esta parte del planeta azul, tampoco en la población. Se miran casi de soslayo, muchas veces, con desconfianza e indiferencia al discurso ecologista. Es más, no hay un partido llamado verde con letras mayúsculas. Ni del Buen vivir en perspectiva indígena (me parece que algunas alcaldías con gestión indígena en ciertos distritos lo pueden tener). Sí en sus textos fundacionales de estos partidos lo hubieran o dijeran éstos no han sido puestos a la práctica cuando están en el poder o en la oposición que son los lugares donde se desarrollan parte del juego democrático. Se puede advertir este déficit de ideas muy claramente en el desarrollo de las ciudades, de la relación ciudad- naturaleza, en el día a día. Pareciera que vivimos en una gran paradoja. Mientras en lugares remotos a la floresta se preocupan por ella; los actores sociales en la misma floresta le dan muy poca importancia a la ecología con tintes políticos. Obviamente, tiene explicación. Pero primero es bueno preguntarnos ¿Por qué no somos verdes?
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