Por: Gerald  Rodríguez. N

Hace mucho tiempo, desde que han aparecidos grandes generaciones en nuestra literatura, que no se aparece por ahí alguna generación a o alguna promesa de la poesía, novela o cuento moderno o post moderno, por nuestra descosturada literatura peruana, ya que habrán escritores, pero no escritores de la talla que un día tuvimos y que ahora solo lo recordamos en antologías y efemérides cotidianas. La literatura peruana no termina de definirse dentro de la post modernidad, ya que temas que un momento definieron una época de conciencia, pues ahora solo se ha preferido por la vanidad de un público, la literatura fácil y de corto alcance, la que quiere decir algo pero solo le sale espumas. Hasta ahora en la literatura peruana y amazónica no se ha definido los nuevos pilares de importancia espiritual y de conciencia para saber cómo tiene que ser nuestra literatura a partir de este momento, sabiendo que Mario Vargas Llosa ya hizo lo suyo, y que ahora habría que mirar nuevos caminos.

La literatura es tan importante en un pueblo como la comida, la bebida, la educación, el enamorarse y el vestirse. Pero muchas veces es más importante la chupadera de los fin de semanas y la juega antes de comer, vestirse, educarse y comprarse un libro. Puedo considerar que es algo tan perverso primero cumplir con el vacío espiritual antes que rellenar el poco saber que tenemos en el cerebro. La literatura justamente busca cumplir esa labor de relleno, aunque siempre seguirá siendo de elite, por lo menos intentar llegar hasta las aulas para que desde ahí se torne el cambio y que redefiniendo el tipo de ciudadanos queremos. Pero, ¿qué pasa cuando las escuelas y las editoriales están llenas de propuestas de libros indefinidos, pasmados, con la misma retorica cansada de los malos escritores, sucia, con una manifestación entera de negatividad, nada reconciliadora con el arte y la estética literaria? Por supuesto que esto también no ayuda en nada a la labor de mejorar la conciencia decaída de una juventud arrastrada por las calles del alcoholo y la diversión, ya que el sistema contribuye a eso, tanto como la televisión.

Dramática es la situación actual del arte en general, como si la conciencia estética y artística hubiera caído, cada cierto tiempo se hace sonar un artista en la televisión, desesperado por fama, que hace cualquier cosa para salir del anonimato. No me imagino a Cervantes haciéndose  invitar para representar a su país en un encuentro de escritores, o a Borges haciendo un par de llamadas para arreglar un concurso, o a Joyce buscando un panegírico en la televisión por algún periodista mediocre. El arte en general desde hace mucho está viviendo el peor de sus momentos en épocas modernas. El artista debe divorciarse de la pereza y la indisciplina, de sus propios conceptos de arte,  y empezar a trabajar en esta ardua labor valiente que es ser artista en el Perú y en la Amazonía.