ESCRIBE: Jorge Pèrez Rubio
Más de un siglo después de continuo deterioro del bienestar de los pueblos indígenas y ribereños de la Amazonía peruana viene brotando –en medio del prolongado sufrimiento y zozobra de lo que podría pasar el siguiente día– un conjunto de ideas, pergaminos, percepciones, sentimientos y diversas miradas que armonizan entre sí.
Coinciden en la urgente necesidad de poner fin a las despiadadas razias que el Estado peruano en complicidad con los inmisericordes patrones de la economía global vienen infligiendo sobre los bosques y sus habitantes. Confluyen en el perentorio objetivo de dar respuesta a miles de hermanos habitantes de la acechada Amazonía de cómo recuperar la aptitud del agua y de la tierra que por muchos años brindaron paz, alimentación sana y dieron soporte a la espiritualidad constructiva y tutelar de la vida.
Cómo evitar el vertimiento de veneno de la industria petrolera, cómo sofocar el mercantilismo de la tierra, el incremento de la depredación y descremación del bosque, cómo contar con servicio de salud y educación pertinente y de calidad, cómo lograr el desarrollo de emprendimientos económicos saludables y por qué el Estado peruano está impasible frente a los problemas que nos agobia y ensombrece nuestro futuro. Hay más preguntas que respuestas.
Las preguntas planteadas están en consonancia con las preocupaciones de las Naciones Unidas. El informe sobre el desarrollo humano del 2019 que se publicará en el último trimestre de este año, en esencia menciona que
Entonces, ante la gravedad de la salud del territorio y del hogar de los pueblos indígenas y ribereños, estos decidieron recientemente, en la maloca, llevar adelante una gran batalla en defensa de la vida y de las fuentes de vida. Una batalla contra la mirada y postura de los corsarios contemporáneos, fieles herederos del pillaje de antaño y defensores de falsas teorías de desarrollo y del fundamentalismo económico encubierto en políticas públicas, que tanto daño hizo y sigue haciendo a la Amazonía y al mundo.
Muchos políticos se han envilecido y obnubilado con la ingente cantidad de dinero que pario nuestra tierra. El primer boom petrolero dio para Loreto más de 10 mil millones de dólares y bajo tierra todavía están aproximadamente 50 mil millones de dólares. El segundo boom petrolero es el botín más preciado que buscan apoderarse, desesperadamente, los perpetradores de siempre a expensas de la extinción de toda esperanza de vida saludable.
El silencio de los académicos y la verborrea agraviante, discriminadora e incesante de los políticos vigentes de Loreto respecto de los cambios necesarios que los pueblos indígenas ponen sobre la mesa del Estado, confirman la tesis del botín.
Son aquellos los que callaron y consumaron el vergonzoso despilfarro y fraude del canon petrolero. Ahora, defienden la continuidad del fallido itinerario de la región y pregonan grandes obras sin suficiente soporte científico respecto de posibles impactos económicos, sociales y ambientales a largo plazo. Son aquellos y sus cómplices los que no pudieron sentar las bases –en época de las vacas gordas– para el desarrollo sostenido de Loreto, hoy vilipendian el brillo emergente de las entrañas de la selva.