Hace varios lustros en Perú, un asesor de inteligencia del presidente de la República en los chanchullos que intervenía también filmaba entregando dinero a sus cómplices, que eran ávidos corruptos, sus rostros llevaban ese sello. Se pudo ver a mucha de la clase política de entonces con pelos y señales. Fue una derrota moral para muchos peruanos y peruanas. Salían con bolsas y maletines donde guardaban el dinero, muchos lisonjeaban al siniestro asesor. Esos mismos vídeos que él filmaba y que los usaba para chantajear también, cosas de la vida, obró contra él. Significó el derrumbe del régimen que él asesoraba en el cual tenía un pasmoso poder político y real. Se confundía con el presidente al vestirse como él, parecían hermanos gemelos. Pareciera ser un relato real maravilloso pero hay testimonios de diarios y revistas que daban cuenta de ello. Uno pudiera pensar que eso no podía ocurrir en esos países allende a los mares. Resulta que en estas tierras del poeta Miguel Hernández un personaje que ejercía de comisario ha ido grabando a propios y extraños de sus arreglos para espiar a sus adversarios políticos de quienes le encargaban esos trabajillos sucios como en los tiempos más oscuros que se vivió en Europa. En esa lista de grabaciones aparecen políticos, jueces, asesores y fiscales. Han abierto una página web donde se pueden escuchar estas grabaciones, muchas de ellas de hace años, cada grabación nueva tiene a la clase política en vilo. Seguro que ha quitado el sueño a muchos. Cada día aparece una nueva grabación donde está implicado un político sea de cualquier color político. Desde las cloacas del Estado, como han llamado algunos, emergen las situaciones más nauseabundas de la vida democrática. A mí como peruano y latinoamericano, muy curtido en estas situaciones, me parece todo esto como un mal sueño repetido y que se viene en bucle. Como si esa siniestra película de los vicios públicos se vuelve a exhibir.
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