Un reportaje en un canal de televisión, Frecuencia Latina, informó en su oportunidad sobre la pretendida adquisición de souvenirs en el Congreso de la República, a través de la Oficina de Comunicaciones, que desde agosto del 2012 hasta julio del 2013 dirigía.
La nota, que tantas diatribas, infamias y tergiversaciones provocó y aún provoca, tenía el siguiente contenido, según el propio programa dominical: “Aunque parece que el Congreso tiene un ajustado presupuesto, el departamento de Comunicaciones destina una onerosa suma en productos de merchandising. Se pidieron 5 mil gorros, 5 mil mochilas y 2 mil polos que suman más de S/.280 mil soles. Sin embargo, con una simple comparación con un presupuesto obtenido en Gamarra, existen más de 94 mil soles de diferencia. Las respuestas del jefe de comunicaciones del Parlamento, Jaime Vásquez Valcárcel sobre estos y otros fuertes gastos, dejan más dudas que respuestas”. El reportaje fue elaborado por Christian Sotomayor, colega que –a diferencia de los que dicen ser periodistas y nunca consultan fuentes elementales- tuvo el profesionalismo de conversar con quien había generado ese requerimiento.
A mi criterio –y el de los especialistas consultados luego de emitirse el reportaje- no existía irregularidades en el proceso y el mismo culminaría con la firma de “conformidad” del servicio que debía dar la oficina solicitante. No se había seleccionado aún a la empresa que debía abastecer los productos y, por ende, podía suspenderse la adquisición. Así se hizo. No se compraron los polos, gorros y mochilas.
Para eso sirve la prensa. Para eso deberíamos servir los periodistas. Ante un mínimo de duda en las compras que realiza el Estado es mejor no continuar con el proceso. Las autoridades se evitarían la mayoría de problemas si entendieran el papel de la prensa. Hablo de la prensa y los periodistas. No de aquellos mercachifles que contratan los políticos y/o autoridades para alabar sus errores e insultar a sus opositores que creen tener también en la prensa. Contrariamente a lo que se dice desde la fecha que se emitió ese reportaje, al colega Sotomayor no le tengo nada que reprochar no sólo por haber alertado ante la posibilidad de un error sino porque ante la duda que el reportaje sembró era mejor desistir del pedido, tal como se hizo.
La adquisición de esos productos quedó en nada porque siendo el generador de la misma también estaba en la facultad de suspenderla. Si existieron problemas de celos entre empresas, si un empleado del Congreso filtró la información a la prensa, si se intentaba perjudicar la imagen de quien en ese momento presidía el Poder Legislativo, si el programa dominical no trabajó adecuadamente el reportaje y tantas cosas más, eran accesorias ante la duda. Esa adquisición era necesaria, pero no prioritaria. Esa compra estaba presupuestada pero no era una obligación gastar esos recursos.
Todo ello me ha venido a la mente al leer las barbaridades que publican los mercachifles de siempre sobre el caso ODEBRECTH y donde quieren involucrar a gente que no tiene nada que ver en el asunto. Porque de un tiempo a esta parte, las autoridades y/o políticos han contratado personajes que tienen como única misión engañar al público cuando no saben que con eso también engañan a sus contratantes.