Pelota de trapo y el barrio

Cuando Iquitos se dividía en barrios y la escenificación de ello era, entre otras cosas, el torneo «pelota de trapo», la vida era más callejera y se provocaban competencias maravillosas. El mío era el barrio «de la Putumayo» cuadra diez y de ahí salió el equipo «seis diablos» que tanto brillo en los torneos y que me dio tantas felicidades llenas de aplausos del respetable.

El equipo de «Coca cola» estaba identificado con la urbanización Sargento Lores. Como no se abastecía para la cantidad de hijos se formó «Sprite» que era una especie de divisiones inferiores, pues una vez fogueados y dependiendo de las habilidades que mostraban, los jugadores pasaban del equipo verde al rojo. «Estudiantes unidos» era del barrio de las calles Nauta y Pevas, cercanas a la UNAP. Mientras que «Padelhi» pertenecía a la primera cuadra de la calle Moore. «Rosicler» era de uno de los barrios de Belén, cuyos jugadores estaban más adiestrados en las cosas de la calle como la picardía y palabreo, que siempre son necesarios para ganar. «Hungaritos agustinos» pertenecía al padre Silvino Treceño Ríos, quien reclutaba jugadores entre sus ahijados y alumnos del colegio San Agustín. Pero acudía a refuerzos callejeros porque sus ahijados en la mayoría de los casos no eran diestros con el balón, aunque algunos creían que bastaba ser ahijado de sacerdote para alcanzar la gloria deportiva. «Iquitos» era de la cuadra 9 de Arica que tenía como principal dirigente a un trabajador independiente de esa zona que lo recuerdo demasiado bien, pues fue el que a mis diez años me ofreció 50 soles por meter goles al rival de turno para que su equipo clasificara.

Un capítulo aparte y seguro materia de articulo independiente de este es el referido a los enamoramientos furtivos y besos al paso que uno se daba con las casi adolescentes que frecuentaban las canchitas y que tenían más afición a las caricias desprejuiciadas que al fulbito. Ahí también se daba la competencia. Provocaba envidia que el jugador del equipo rival anduviera apapachándose con la chica del barrio que luego de alentar al equipo corría a los brazos del oponente. Y ahí también te daban tanto como la que uno daba. Yo tenía a la hincha y hermana del jugador de la urba Lores entre mis brazos y el de Estudiantes Unidos tenía provocadoramente entre labio y labio a la muchacha más hermosa y contorneante, además de coqueta, de la cuadra diez de Putumayo.

Todo ello en medio de la competencia de los barrios que hoy desapareció, lamentablemente.