ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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En estos tiempos de elecciones permanentes donde antes que termine un proceso electoral ya comienza otro es bueno recordar que cuando se reinició el período democrático de votación para Presidente de la República y senadores y diputados también se volvió a la elección con sufragio secreto, universal y directo de los alcaldes provinciales y distritales. En ese tiempo, los primeros años de la década del 80 del siglo pasado, los partidos elegían a los candidatos. Y, no como lamentablemente sucede y padecemos actualmente, los candidatos se esforzaban con fundar agrupaciones a imagen y semejanza de sus propios intereses. Así tuvimos por lo menos dos alcaldes que provenían de partidos. Que habían realizado trabajo partidario. Con todos los vicios que ello también tiene, por supuesto.
El primero de esos alcaldes –ya habrá espacio en los siguientes días para ocuparse de las autoridades ediles posteriores- fue un hombre que fue designado por Acción Popular. La elección se desarrolló en noviembre de 1980 y por esos días se decía en la ciudad de Iquitos y otros pueblos de la provincia que cualquier candidato que presentaran los acciopopulistas tenía el triunfo asegurado. Como ocurrió, finalmente. Aunque en los días posteriores al sufragio militantes apristas y acciopopulistas amanecían en la tercera cuadra de la calle Putumayo donde quedaba la oficina del Jurado Nacional de elecciones porque argumentaban que el voto de los electores ribereños decidiría el triunfo ya que los votos urbanos daba ventaja al APRA. Y fue verdad: el abogado Luis Armando Lozano Lozano se convirtió en el nuevo alcalde de Maynas con los votos de los pobladores rurales. Dejó en segundo lugar a Rony Valera Suárez, quien en la siguiente elección –tres años después- se convirtió en sucesor de Lozano Lozano.
La administración de quien era conocido en los predios judiciales y políticos como “boquichico” pasó relativamente piola porque se vivía un reinicio de la democracia. Y todos andábamos contentos porque ya podíamos elegir a quienes nos gobernarían por tres años. Los apristas –como era lógico- hacían su papel de opositores en las sesiones de Concejo y emprendían labores de fiscalización que luego también emprenderían contra ellos. Pero, como sucede hasta hoy, los principales críticos de la gestión de Luis Lozano estaban en los predios de Acción Popular. No sólo por los dirigentes locales sino por aquellos parlamentarios que se creían con derecho a manejar la administración municipal. Tanto fueron los líos internos que en las elecciones de 1983 Luis Lozano renunció a AP y formó su propia agrupación –Avanzada Democrática del Pueblo- con la que postuló y perdió las elecciones. Comprobándose así que en esos tiempos los partidos políticos eran necesarios. Tanto así que Rony Valera ganó con el APRA y la elección siguiente siguió el mismo camino de boquichico, tanto en apartarse del aprismo como en saborear la derrota y no ganar jamás otra elección.