El mismo candidato de las tómbolas fallidas, del cuy inútil, después que el público olvidó el asunto, apareció innovando nuevamente la manera de pedir votos. Luego de un estudio de mercado y de puerto, de esquina y de calle, arribó a la conclusión de que los incaicos eran radicalmente carnívoros. O decían que lo eran. De tal forma que contrató a bellas y provocativas damas que, vestidas con breves prendas, aparecieron con latas y sus aberturas, pidiendo un voluntario óbolo para la campaña política del citado. Seguía queriendo ser mandatario del país, pero para no perder soga y cabra postulaba también a una modesta consejería.
Las damas entraban a cualquier lugar concurrido, parrilladas, fandangos, partidos de fútbol callejero y playero, discusiones públicas, y pedían la contribución correspondiente. No había ningún gancho, ninguna promesa de obra o ganga constructora o incentivo de proveeduría, y las gentes se mostraron remolonas, malcriadas y hasta se propasaron con las damas. La agresión fue aprovechada por el candidato de marras que denunció ante el tribunal de la Haya a los machistas de porquería, exigiendo el pago de una fuerte multa por abusar de palabra contra lo femenino.
Después de profundas y bien fundadas deliberaciones los venerables miembros de dicha entidad determinaron dar su veredicto en un idioma enrevesado que nadie hablaba en la tierra. En ninguna parte se pudo encontrar a un traductor y las versiones de cada bando entraron en el disturbio del conflicto. Al cierre de esta edición, siguen discutiendo mientras corre el rumor que el informe hayista editara el informe en latín.