Otra vez al revés…
El ministerio de Educación viene desarrollando pruebas de medición anuales, donde se interesa por saber algunos resultados de los estudiantes de ciertos grados y niveles de la educación peruana. El año pasado se aplicó esta prueba a los estudiantes en todo el Perú y como todos los años los resultados volvieron a ser los mismos en Loreto: últimos.
La ministra, por supuesto tal como sucedió en el régimen anterior, tuvo palabras desagradables para la región asumiendo posturas chauvinistas y comentó desagradablemente que le parecía raro que Loreto, siendo la segunda región más rica, su educación y los resultados de éstos sean los más pobres del país. No puede asumir que una prueba determine la idea de calidad en la cualidad educativa. Es cierto que somos la segunda región más rica del país, pero toda esa riqueza se distribuye de manera desigual: más de la mitad para las transnacionales que invierten su dinero para movilizar esta empresa; otra parte para los empresarios extractores nacionales, la cuarta parte para la capital (abusivamente), quedando solo el siete por ciento para la región dueña del recurso. Siete por ciento para una región extensa, inaccesible, pobre; y con eso quiere que matemos el hambre, la sed, la enfermedad, la ignorancia, las ausencias; qué tal desfachatez.
Todas las gestiones de esta cartera ministerial adosaron los perores adjetivos a los maestros, asumiendo como conclusión que ellos son los únicos culpables del desastre. Entonces siguiendo esa lógica y esa ruta, por qué no le rebajamos el sueldo a los policías y les quitamos las gollerías a los militares que ningún resultado positivo nos traen. Los delincuentes, con leguleyos (adas) y leyes en mano cada día nos asaltan y se apoderan de nuestro patrimonio personal sin que nadie haga lo suficiente para dejar de sentirnos inseguros, incluso en nuestras propias casas. Los militares que deben resguardar nuestras fronteras, sin embargo, sus grandes campamentos se encuentran entorpeciendo el crecimiento urbano de la ciudad. Los marines que deben cuidar la integridad de nuestro territorio de amenaza interna; sin embargo el Putumayo es tierra de nadie por la presencia inescrupulosa e incontrolada del narcotráfico y la tala indiscriminada de grandes extensiones de terreno para las chacras de las “benditas” plantas: de qué resultados hablamos cuando vivimos en una ciudad fronteriza que vive una semana al mes y el resto del tiempo sobrevive.
Con esto no quiero defender a nuestras autoridades. Claro que ellos también son negligentes en el uso y distribución de esos pocos recursos que mendigamos al gobierno central. En el entubado se está gastando miles y millones de soles, dinero que se pudo haber invertido en educación, salud, programas de alimentación para que los niños de nuestra región asistan a la escuela, sanos y bien comidos. Señores, la educación no solo son libros y escuelas. Los niños no comen ladrillos ni cemento. De miles de estudiantes matriculados en las escuelas secundarias, un buen porcentaje de ellos asiste de hambre, de sueño y enfermos; díganme, ¿podrán estudiar adecuadamente y rendir lo necesario?
Por otro lado, padres irresponsables y negligentes, conformistas, pesimistas y sobreprotectores, que hacen de la formación en casa un Disneylandia. Padres que gritan y madres que consienten y miman, hijos (as) que se pierden en el laberinto de sinrazones sin saber qué rumbo tomar. Abandono, incomprensión, tensión económica y pobreza material (de actitud y espíritu), ingredientes agradables para escapar del seno familiar y buscar refugio en las amistades peligrosas. Prefieren pasar más tiempo fuera de casa que en ella. Otro de los problemas familiares: el padre no cobra hace ya dos meses, y encima éste, cada semana se da sus francas chelas y regresa a casa con poco menos que su quebrada humanidad para disfrutar con su familia. Una inestabilidad laboral a causa de la fragilidad de las y sus normas. Además que prefiere comprar parrillada que cultura para él y para sus hijos.
A su vez, qué le podemos pedir a una sociedad reacia a la cultura, ajena a la realidad educativa y falto de compromiso con el mismo, que solo exige compromiso, pero no se compromete con la tarea de educar; del mismo modo, a una sociedad de comunicadores sociales que maximizan y mitifican la tarea del docente, porque la exageración vende. Nunca escuché que un medio de comunicación haya sido capaz de proponer una iniciativa educativa. Siempre se caracterizaron por criticar lo que ni ellos mismos impulsaron y ni siquiera imaginado. Pero son los primeros transgresores de las normas, las leyes sociales y culturales promoviendo espectáculos que contradicen las reglas de buena conducta: fiestas juveniles (donde los potenciales asistentes son adolescentes escolares) donde se promociona el licor, el exhibicionismo, la piel al descubierto y las malos modales. El revanchismo y la afrenta a la autoridad paterna y pedagógica.
Finalmente, la responsabilidad profesional. No digo que los maestros no tomen parte responsable en estos magros resultados. Todos son responsables de esta situación. Por delante siempre está la actitud de profesional perdedor; la actitud de vencido, del coimero, del patrón, del militar, del cura, del paternalista o escapista; todas estas actitudes coadyuvan para que nuestros estudiantes manifiesten como conclusión del fenómeno educativo, resultados negativos. En primer lugar, los educadores necesitamos tener una mentalidad ganadora, para luego volcar esa actitud a nuestra juventud y niñez. Las reflexiones están dichas, queda poner las manos a trabajar.