Ricardo Shupingahua, de la Brigada Humanitaria de DIRESA:
*Hace unos días, por mandato judicial, se exhumó cuatro cadáveres y aunque fue difícil y penoso el proceso, se entregó a sus familiares.
Para el biólogo Ricardo Shupingahua Mendoza, responsable del manejo de cadáveres de la Brigada Humanitaria de DIRESA, el martes 5 de mayo del año 2020, le será imposible borrar de su memoria. Todo el escenario vivido aquel día, donde él y su equipo trabajaron 24 horas sin parar, sin dormir, recogiendo más de 100 cadáveres de fallecidos por COVID entre sospechosos, confirmados y otras causales en las viviendas y en los hospitales de Iquitos.
El promedio de fallecidos, sólo en las viviendas, era de 30 diarios. Sin contar con calles y hospitales. Un solo crematorio no era suficiente. “Desde la DIRESA nos encargábamos de todo”, dice Ricardo Shupingahua.
Las brigadas no se daban abasto, la gente se quejaba porque “decían que no atendíamos sus llamadas”. Un día trabajaron 24 horas sin parar. “Había personal contratado de manera extra pero no se le podía exigir más de sus horas”, afirma.
Entonces solo quedaban el jefe de DESA y el equipo de la brigada humanitaria a cargo del biólogo Shupingahua que tenían que dar la cara y llegar a las viviendas.
Tres semanas de trabajo en forma imparable, durmiendo en las oficinas de DESA para no contagiar a sus familiares. Sin embargo, pese a tanto sacrificio, muchos de ellos perdieron a sus seres queridos sin siquiera disponer de tiempo para llorar a sus muertos o detenerse un instante ante la tristeza de perderlos.
Desde el 25 de abril en que se elevó el número de contagios y muertes, empezaron también los momentos en que “nos quedábamos solos porque la mayoría se estaba enfermando y había mucho miedo”.
Los cadáveres se trasladaban en un camión de la Marina de Guerra, como único vehículo. Nadie quería prestar ni alquilar unidades móviles. En paralelo había que afrontar el rechazo de los vecinos y también a los moradores de la zona del frigorífico del CITE. “Los moradores protestaban para que no llevemos los cadáveres a guardarlos allí”, recuerda Shupingahua. Pero tenían que colocar en algún lugar los cadáveres “hasta que podamos trasladarlos al cementerio COVID, debido que eran muchos y no podían permanecer en los pasadizos de los hospitales”, dice.
¿Por qué en lugar de cremar a los fallecidos eran llevados al cementerio COVID?
El protocolo demandaba que si no hay crematorio, la segunda opción para inhumar, era seleccionar un terreno exclusivo para cementerio COVID. Estaba prohibido el entierro de fallecidos COVID en otros cementerios, esto sólo tenía que determinarlo el comando COVID.
Hasta que la normativa cambió y ahora ya indica que cualquier cementerio particular puede habilitar un terreno para entierros COVID dentro de sus instalaciones y que los familiares pueden llevar allí a sus seres queridos.
¿En el cementerio COVID se utilizaron fosas comunes?
En el cementerio COVID nunca se utilizaron fosas comunes, todos los entierros se hicieron respetando la normativa. Los cadáveres nunca se pusieron unos encima de otros. Cada fallecido está debidamente registrado y georeferenciado, tiene sus propios espacios aún en espacios compartidos. “Por eso se ubicó hace poco cuatro cadáveres por un mandato judicial y se ha entregado los cuerpos a sus familiares”, también señala.
Ahora se está haciendo nichos individuales separados cada cincuenta centímetros para el entierro de los fallecidos, cuyos familiares autorizan porque no cuentan con recursos económicos. El que tiene posibilidades llama a su funeraria para trasladar a su ser querido a otro cementerio y asume un costo mayor dentro de los cementerios.
El procedimiento para el recojo de un fallecido en vivienda, de acuerdo al protocolo, es que la gente llama a la Policía y ellos llaman a la brigada. Luego “nos constituimos a la vivienda, hacemos llenado de la ficha técnica y dependiendo del análisis de la ficha se determina mediante la prueba rápida si el fallecido es positivo al COVID”. El biólogo Shupingahua termina el diálogo con esta frase:: “Todos son registrados y georeferenciados, jamás hemos utilizado una fosa común”.