COLUMNA: PIEDRA DE SOL

                                                                                         

   Por: Gerald  Rodríguez. N

La historia nos juzgará, claro que nos juzgará, y no le juzgará al hombre que hemos elegido para que gobierne, sino nos juzgara por haberlo elegido, por haberlo permitido hacer barbaridades con nosotros mismo, y nosotros simplemente escuchando los chismes, concentrado en la tv, en los asuntos chismográficos del basurero del espectáculo; nos juzgará por no juzgar que el peor gobierno de Alan García, fue tanto el primero como el segundo; la historia nos juzgará por permitirle a que diga que el Perú necesita un nuevo tercer gobierno aprista, y nosotros debemos saber por qué no es así

Habría que por que no es el segundo gobierno de Alan García el mejor de la historia peruana,  ya que solo atina alcanzar como  el peor pecado de la historia de nuestras vidas. Habría que recordar que en aquel segundo y desastroso gobierno, que lo hace destrozo es porque Alan se dijo en un momento de su gobierno, ¿para qué tener políticas que prioricen –con el Estado y el sector privado– la inversión productiva diversificada, como en el sudeste asiático y China? Entonces nació el “perro del hortelano”, marca registrada del segundo gobierno de García: que los recursos naturales los exploten quienes tienen dinero, lo que no tienen las comunidades nativas. Por tanto, tabla rasa con sus derechos, lo que llevó al “baguazo”.

Y si creemos que por que han bajado los precios de la materia prima estas políticas ya no se van a aplicar, se equivocan. Por el contrario, en diversos países de la región (Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, México), los gobiernos están tratando de “compensar” la caída de los precios aumentando los volúmenes de exportación de las materias primas. Estos es el rezago que nos dejó el perro del hortelano, ya que seguiremos cumpliendo nuestro rol importador, nada de transformar, solo vender aunque sea al precio más bajo, pero que se siga vendiendo  materia prima que para eso nos servirá el bendito perro callejero del hortelano.

Otras manifestaciones de esa rabia hortelanesca del perro Perú, se ven en estos  últimos dos años donde se han dado todo tipo de “incentivos a la inversión”, desde rebajas de impuestos hasta el relajamiento de normas ambientales (estudios de impacto ambiental, consulta previa), sociales (derechos de las comunidades indígenas a su territorio) y laborales. De allí el rechazo del Cusco a lo que perciben como “privatización de los monumentos históricos”, lo cual es criticado por la “prensa concentrada” como una “vuelta al populismo”, incluyendo la entrada de Petroperú al Lote 192.  La cuestión de fondo radica en establecer si, durante las vacas gordas, los gobiernos tomaron las medidas que nos encaminen hacia la inversión en el sector industrial para que aumenten la productividad y la competitividad, a la vez que se generan empleos estables con un sueldo digno (los programas sociales ayudan, claro que sí, pero solo son un paliativo temporal; ¿o se piensa que son eternos?). El perro quiere volver al vecindario, y no dejar comer a los peruanos, más que a los más grandes y poderosos empresarios.