El cargamento de palmeras que se regalaban en el local partidario del Mil fue en verdad el anuncio de la inopinada visita a la limpia, hacendosa y muy ordenada ciudad de Iquitos del gran PPKuy. Una palmera, varios votos, era la consigna que se manejaba en el equipo de campaña del líder de última hora. La cantidad de votantes iba a incrementarse si es que el visitante se metía a jugar carnaval como cualquier súbdito del rey Momo. Así que, hacia la mañana del lunes, el citado se plantó en una de las esquinas de las calles Próspero con Napo, provisto de una metralleta que disparaba balas de agua.
Campechano, un tanto muchachón de callejuela, de barriada, bastante pueril, PPKuy mojó y remojó a los paseantes, sin hacer caso de que agua potable es lo que siempre faltaba en la urbe de tantas sequías. Estaba ya el aludido en medio de un charco de agua, lo cual le impedía escuchar las protestas de los que nada querían saber con Ño carnavalón. Nadie sabe cómo se le ocurrió al visitante participar en el tumbado de una humisha. Para lo cual se mudó ajustada ropa deportiva y, armado con hacha, machete y puñal, salió a pandillear. No tardó en encontrar una palmera que iba a ser cortada dentro de un mes, porque la fiesta carnavalera tenía que seguir.
Es posible que sus sesudos asesores pensaron que ese baño de pueblo carnavalesco, chonguista, pinchanguero, iba a terminar en un incremento del prestigio mediático del gran PPKuy, gracias a una agarrada de su parte inferior como ocurrió con aquella intrépida señora en la campaña pasada. Pero hete aquí que las gentes agarraron por las solapas al visitante, le colgaron de la humisha y se dispusieron a pelear entre ellos, porque el visitante tenía bastante plata. Afortunadamente, las fuerzas del serenazgo de Punchana acudieron en auxilio del gran PPKuy.