Tarapoto, la ciudad cuyos ciudadanos se hacen llamar “la capital comercial de la región San Martín” para marcar la diferencia con Moyobamba, que es la capital política de esa hermosa región ha estado en la agenda mediática los últimos días por algo horrible: Fernando Ruiz del Águila, fue a la peluquería donde trabajaba la madre de sus hijos, Marysella Pizarro, la envolvió con gasolina y fósforo en mano la quemó viva. Como si eso fuera insuficiente también prendió fuego a Tirsa Cachique, dueña del salón, quien murió a los tres días. En plena enajenación Fernando llegó a quemarse también. Ambos habían engendrado cinco hijos, cuatro de ellos nacieron pero el quinto murió junto con su madre. Se había prohibido que Ruíz del Águila se acercara a Marysella, sólo que la notificación judicial llegó después que ya habían enterrado a la víctima.
Amazonía Televisión, el canal cuya propietaria es la alcaldesa de Maynas, Adela Jimenez junto con su esposo Rusbel Ferry, ha sido escenario de una gresca descomunal entre dos bailarinas que, literal, se pelean por un jovencito que, según las imágenes mostradas por la televisión, se ha mostrado indiferente ante la brutalidad y han tenido que ser los productores y el mismo conductor Ronald Band quienes salgan en defensa de una de las agredidas. Ha sido un descontrol total que nadie pudo prever y que, a pesar que algunos piensan lo contrario, creo que ni el conductor ni nadie de la producción lo planeó. Al día siguiente Aixa Serapion, reapareció en el mismo programa y ha lanzado diversas frases directas e indirectas contra Rosally Salgado y Paul Torres. Pero ha confesado que Torres le ha agredido en diversas oportunidades y ha mostrado –tres años después- el labio que la rompió.
En el hospedaje “Pantoja” del distrito de Punchana se ha comprobado que se admitía -¿se seguirá con esta práctica?- adolescentes menores de edad que acudían por varios días a consumir drogas y tener relaciones sexuales con adultos previas coordinaciones. En el bar “Bako” –ubicado a tres cuadras de la Plaza de Armas de Iquitos- se ha verificado que en las mañanas y tardes se alberga a jovencitas que son contactadas para tener relaciones sexuales en un claro caso de explotación sexual. Ambos lugares continúan abiertos al público. Ninguna institución y ninguna autoridad es capaz de acelerar el necesario cierre –no porque se elimine esas prácticas sino para que sirva como medida preventiva talvez- de esos negocios.
Tres casos de violencia contra la mujer. Distintos lugares pero el mismo mal. Terrible mal. ¿Estamos haciendo algo como sociedad para evitar que se formen personas con esas características de violencia? Lamentablemente la respuesta es no. Y tomo tres casos porque cada uno de ellos tiene sus propios matices. Lo de Tarapoto es repudiable, además, porque las instituciones no cumplen su función. Lo ocurrido en el set de Ronald Band porque se tomará como anécdota cuando la señora Adela Jimenez, alcaldesa ella, debería pronunciarse al respecto. Además porque, por lo menos en lo de “Bako” también debería hacerlo. Y es que, parece, que ya no somos normales. Acostumbrados –por negligencia de las autoridades, básicamente- nos hemos acostumbrado a convivir con la basura y la violencia verbal que las autoridades promueven, financian e incentivan cotidianamente nos parece lo mismo que la basura en las calles. Es decir, que tenemos que convivir con ella. Y no debería ser así.