Aunque muchos advierten que es muy legítimo votar en blanco o anular el voto y que representa un acto de protesta ciudadana y finalmente una facultad amparada en la ley no deja de ser el acto más conveniente que tienen actualmente muchos grupos que intentan sobrevivir electoralmente hablando. Una muestra de ellos que el tercio de la población que votó por la opción de Fuerza Popular en las elecciones anteriores, obtuvieron 73 congresistas, es decir una aplastante mayoría que permitió el empoderamiento brutal que finalizó en el cierre del Congreso.
Por más que festejemos que los personajes que integraron el Congreso hayan sido disueltos no debemos hacerlo tanto o al menos no festejar que no haya Congreso como institución en sí. Es un contrapeso necesario por más que confiemos en las decisiones del gobierno o pensemos que lo pusilánime que es, no permitirá una sobredosis de preocupación en torno a que se convertirían en una pseudo dictadura como quieren vendernos los fujimoristas. Por eso es necesario que elijamos bien.
Los líderes o propietarios de los “vientres de alquiler” que significan estos grupos vinculados a la corrupción requieren que ese 30% promedio de abstención o nulos, blancos o viciados se repitan en esta elección del 26 de enero. Si eso se cumple, estamos hablando de un promedio de 8 millones de votantes que reducirán el margen para que estos grupos obtengan el 5% y salven su inscripción. Aunque parezca contradictorio terminan por decidir la composición del Congreso el grupo más votado, pero también la abstención tan peruana.
Cómo esta vez no habrá un candidato presidencial que respalde o arrastre el voto, la elección del ciudadano básicamente se hará en función al grupo político porque el tiempo para conocer nuevas alternativas o el nulo ánimo social de conocer o informarse del elector peruano va prevalecer. Comprometerse con el voto responsable y ciudadano por nuevas alternativas en las actuales condiciones de corrupción es muy difícil pero un ejercicio vital si queremos ver rostros que realmente empate con los requerimientos sociales.
Desechar esa posición desinteresada que representa “hacerse el loco” a la hora de votar va ser la gran prueba que tendremos como sociedad en enero próximo. Después no nos quejemos, porque aunque la ley electoral está constituida para favorecer algunos grupos que desprestigiaron la política en las últimas décadas, siempre hay una oportunidad en la misma norma para sacarlos definitivamente y esta es sabiendo elegir el grupo primero y el candidato después.
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