Gran película sobre las emociones, de compasión, de reciprocidad que embargan a los seres humanos. El piélago de sentimientos que desbroza el film no empalaga, está muy dosificado y te quedas con un buen sabor de boca. Una persona de la tercera edad, Woody Grant (es el actor Bruce Dern), asume, en su entendimiento, que ha ganado un premio con buenos billetes, era una promoción que ofertaba una revista para las suscripciones, era el gancho de posibles clientes. Y él se empeña en recoger el premio, erre con erre persiste. Hace esfuerzos indecibles. La policía lo detiene cuando iba caminando por la autopista rumbo a cobrar el premio mayor, es la primera imagen. Esas escapadas a diferentes lugares alimenta la furia griega y los enfados de su mujer (en la película este personaje es un gran resorte dramático y cómico. Le dice que está majareta. Que se le fue la olla y que lo mejor sería llevarlo a una residencia para ancianos. El protagonista además tiene dos hijos. Uno de ellos lanza un cable al padre y deciden ir a cobrar el premio. El carro pasa por paisajes geográficos y humanos de la América profunda, y que profunda [es la tierra del director de la película, Alexander Payne]. Grant tiene un accidente en el hotel donde se alojaba y este obliga dormir en la casa de su hermano en el antiguo pueblo natal. Y de paso pergeña un inventario de recuerdos, por ejemplo, visita el cementerio a iniciativa de su mujer. Se dirige al antiguo taller que está regentado por personas latinas [suena la canción de “El santo cachón” en el taller], todo ha cambiado parece decirnos. En el bar del pueblo se reencuentra con antiguos amigos y les anuncia la buena nueva que está de paso porqué va cobrar ese premio. Todos se alegran y, la noticia, levanta la codicia muy propia del ser humano de cara a la felicidad del otro. Finalmente, luego de contingencias llegan a sitio donde debe cobrar el premio y la empleada de la empresa le explica que era una oferta para atraer suscriptores. De vuelta a casa él conduce por el pueblo la camioneta que ha comprado el hijo, es la mejor imagen, muestra la pequeña victoria de personas consideradas perdedoras o que viven en la mar de confusiones frente al mundo real. Es un homenaje a nuestros viejos y sus emociones.