Navidades que se han ido perdiendo

Muchas cosas han cambiado en la Amazonía. Muchas cosas se han disuelto en la bruma del tiempo y han adquirido apenas la categoría de recuerdo, al cual se evoca de cuando en vez, como si fuera una letanía lejana, que va acallándose paulatinamente.

La Navidad se ha ido transformando tan radicalmente que lo que alguna vez tuvimos o disfrutamos de chiquillos parece ser solo una rareza, aplastada ahora por el desorden, por las mercancías que se venden en lugares hacinados, abarrotados, sin orden ni tranquilidad.

No es que sea un nostálgico de las fiestas, ni que tampoco el jolgorio de las fechas me provoque emociones múltiples, pero siento que aún cualquiera pueda descubrir un enorme listado de costumbres, prácticas y tradiciones que se han ido perdiendo.

Brindar con la “ishpa” es una de aquellas frases muy comunes en la Amazonía peruana. Consiste en celebrar el nacimiento de un niño con jolgorio y felicidad. La palabra “ishpa” (de origen quechua) alude evidentemente a la orina, sin embargo, se ha tomado de modo metafórico en estos últimos tiempos y muy socorrido para anunciar las Navidades con fervor.

Hemos dejado de “brindar con la ishpa”. La frase (que antes se podía encontrar en cancioneros y libros con mucha profusión), incluso ahora, se ha dejado de lado, con cierto desdén. Como si resultara vergonzoso o embarazoso mencionarla, sobre todo en las generaciones más jóvenes.

Durante mucho tiempo, la Amazonía ha celebrado las Navidades bajo un profundo sincretismo entre la tradición mestiza y la indígena, pero con un alto contenido simbólico de orientación católica. Recordemos las misas colectivas e imponentes que en la víspera de Noche Buena eran  rebasadas por fieles. Este rito evidentemente, también, ha menguado con el paso del tiempo, con la pérdida también paulatina de adeptos al catolicismo. Las famosas Misas de Gallo, que hasta los años noventa eran práctica casi vital, ahora son pequeñas concentraciones, que se realizan cada vez más lejos de la hora del abrazo familiar y colectivo.

A partir de los años sesenta y setenta, sobre todo, un gran cambio en la celebración de la Navidad fue sin duda la participación decidida de nuevos postulados ideológicos y las corrientes teológicas, las cuales asumieron una nueva forma de comunicación con los considerados pobres y oprimidos.

Esto se verifica en una serie de canciones y melodías navideñas que se convirtieron en verdaderos himnos en comunidades rurales y poblaciones urbanas de toda la Amazonía. Se generan alegorías del nacimiento desde una perspectiva local (un ejemplo de esto lo tenemos en una canción titulada Cena Navideña: “Jesús ya llora porque quiere su chapo/y María le da en su pate de wingo”).

La música ha sido una gran forma de exteriorizar la emoción de las fiestas. Desde 1972 y hasta hace un par de años atrás, se realizaban en Iquitos los llamados Festivales de Navidad, evento multitemático organizado por el Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA), el cual incluía, además de concursos de elaboración de Nacimientos por vecindarios, pastorales, narraciones y cuentos, la de coros y canciones.

Los Festivales de Navidad se convirtieron en verdaderas celebraciones populares y gracias a ellos se logró hacer dos recopilaciones musicales. Por un lado, el disco “Suena el Manguaré” (que alude a un famoso instrumento melódico y de comunicación, de origen bora-huitoto), con tres ediciones y una fama que ha rebasado fronteras. Esta recopilación es una de las más grandes manifestaciones artísticas contemporáneas de la Amazonía. Por el otro, el álbum  “Mira la Estrella”, también con 10 temas navideños, también logró temas recordados y nunca olvidados, que probablemente muchos los tengan como himnos de estos tiempos.

De hecho, aún es conmovedor escuchar canciones como, “Navidad de los Huitotos”, “Echadito en paja”, “Es medianoche en Belén” y la fascinante, lacrimógena y emocionante “Cristo Pobre”, de Migdonio Hidalgo (chacarero de mi tierra/no tienes Navidad/ la creciente va comiendo tu pobreza más y más), un clásico que ha trascendido fronteras y que genera, por ejemplo, que algunos loretanos que viven en el extranjero no puedan contener las lágrimas al escucharlo de nuevo, miles de kilómetros fuera de la casa natal.

Existe, además, un libro proyectado con el título “Navidad en la Selva”, que recoge las mejores 17 narraciones presentadas a concurso. Varios destacados narradores bisoños y consagrados de Loreto han participado en esta antología de primera mano. La temática se mezcla con los recuerdos del contexto y las fechas con preocupaciones como la depredación, el cambio climático o la identidad cultural indígena.

Este espíritu ha pervivido, a pesar de los cambios. La Amazonía celebra con alegría, pero también con el ideal de justicia aún encendido. Una de las canciones del álbum “Suena el manguaré” así lo reitera: “las canoas van surcando la ribera/brazos fuertes van bogando sin cesar:/ellos saben que en una balsa ha nacido/un llullito que es el Cristo de Belén”.

Estas cosas se han ido perdiendo, entre otras, en Iquitos y en la Amazonía. Pero nunca es tarde para, a través de la evocación, promover su retorno o se reformulación. No hacen falta más que buena disposición y ganas. Después de todo, estas tradiciones siempre han tenido una buena entraña y han generado momentos de emoción y tranquilidad.

Además, con la certeza del tiempo y la distancia, creo que siempre vale la pena contemplar un amanecer amazónico en estas épocas festivas.