La navidad del 2015 en Iquitos será recordada por siempre porque se festejó dentro de una repentina creciente. El ímpetu de torrenciales lluvias sucesivas que cayeron en esos días de diciembre hizo la labor de traer las aguas. Gracias al alcantarillado inútil, a los sifones llenos de basura y a otros factores, esas aguas no se retiraron de las calles y pronto todo el mundo se vio dentro de una inundación sin precedentes. La creciente agarró parejo sin respetar las calles centrales o las calles periféricas y la ciudad quedó flotando en un inmenso mar de agua turbia y barrosa. Los ríos que rodean a Iquitos también se desbordaron repentinamente e inundaron a la urbe llanera. En ese cuadro acuático la celebración navideña no se detuvo.
Las tantas chocolatadas, programadas para esa fecha por las distintas entidades oficiales, se realizaron con la presencia de canoas que transportaban a los beneficiados. En canoas fueron llevadas las canastas navideñas que alguna entidad regaló a sus trabajadores. Las famosas y siempre complicadas ferias flotaban en la creciente mientras se realizaba la compra y la venta. Algunos comercios, inundados hasta el cuello, se vieron obligados a cerrar en medio de la creciente. El habitual tráfico de vehículos se interrumpió dando paso al viaje de canoas, botes, deslizadores y lanchas, que sin ningún problema circulaban por las calles inundadas.
Era enorme la creciente cuando arribó el día central de la pascua de ese año. En medio de esas aguas se realizaron de todas maneras las cenas acostumbradas. Algunos invitados tuvieron que nadar un largo trecho para llegar a su destino. Otros fueron nadando de casa en casa y cenando varias veces. Después de la celebración navideña las lluvias cesaron y se arregló el alcantarillado, se limpió los cifones, para que las aguas se fueran. Pero las aguas no se retiraron y la creciente se quedó para siempre.