Las personas del tiempo habrían predicho que un fuerte temporal atravesaría la península sembrando a su paso la nieve y la lluvia. Que los termómetros se desplomarían. Sugerían tomar precauciones. No era un panorama alentador para hacer un viaje. Las predicciones del tiempo dibujaban el apocalipsis o un momento que se parecía mucho – recuerdo que en el colegio el libro de la biblia que más disfrutaba era el Apocalipsis, quizás porque en mi mente desplegaba toda mi imaginación: rayos y truenos, ángeles con trompetas y otras alucinaciones. Con toda esta información sobre el tiempo tomamos el tren a Murcia para escuchar a James Rhodes, un concertista de piano inglés, en el Teatro Romea de esa ciudad. Era una cita ya pactada y no había vuelta atrás. El cielo de madrugada no tenía la mejor cara en la estación de Atocha. Muchas nubes bajas y de color gris, el frio ártico también ponía su grano. Un viento frío con filo que podía partirte la cara. El tren salió en hora. El panorama apacible del paisaje manchego de tierras de color naranjas y viñedos fue mudando el paisaje. La naturaleza mostraba su fuerza ante los escépticos que no creen que el clima esté cambiando muy rápido. Durante la ruta del tiempo eran, exactamente, como las predicciones: lluvia y nieve. Acertaron esta vez hasta en cada punto y cada coma. El tren iba despacio develando paisajes inéditos: bruma, lluvia, granizo, nieva. Il treno llevaba una demora de alrededor de quince minutos nos dijo uno de los empleados. El viaje de cuatro horas lo aliñaba con un libro de Claudio Magris sobre los viajes y uno de Jorge Amado sobre su amada Bahía. Más las memorias de wa Thiongo que me cayó en estas fiestas de reyes. Me daba la impresión que viajaba en un barco en plena altamar y con todas estas inclemencias. El libro de Magris le da un peso metafísico a los viajes. No son viajes superfluos sino que se llenan de humanidad en las páginas de este escritor de Trieste. Un deleite que lo gozo en silencio. Mientras que Amado aporta el gracejo zumbón de esa parte de Brasil. El escritor keniata wa Thiongo me va descubriendo nuevas fronteras culturales de su infancia en Kenia. El tren se detiene. Hemos estado unos minutos de más en Albacete y la nieve caía como un turión. Suena la bocina del tren. Anuncian que estamos a unos minutos de la ciudad de Murcia y nos espera lluvia que durará hasta el concierto de James Rhodes. Es el infinito viaje que nos saca de la rutina.

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