Ver a personas que deciden cortarse el cuerpo para llamar la atención porque la autoridad no atiende sus pedidos conmueve y debería provocar que se busque una salida humana al problema en la Municipalidad Provincia de Maynas. Arreglemos la casa. Es una oportunidad maravillosa que nos dan tanto trabajadores como actuales administradores de la MPM. ¿Cómo la arreglamos? He ahí el dilema. Problema, para otros. Pero que tenemos que arreglarla, tenemos.
Los trabajadores y dirigentes. Primera pregunta con varias interrogantes que se deben responder: ¿Cuántos trabajadores hay, cuántos necesitamos, cuántos deben salir, inevitablemente? Ellos saben que los 2,050 trabajadores es un exceso al que contribuyeron todas las gestiones. Todas. Sólo los 513 reincorporados por el Poder Judicial deberían promover una negociación que no los perjudique, pero la permanencia de todos ellos es un daño terrible a la municipalidad del que deberían estar conscientes. Cualquier estudio serio sobre el número necesario de trabajadores arrojaría -dicen conocedores de la administración en Maynas consultados por este articulista- que con 600 basta y sobra. Los dirigentes saben eso. Pero se resisten a renunciar a ese perverso privilegio de trabajar sin metas productivas y cuando les hablan de evaluación o permanencia por resultados prefieren omitir el tema. La ciudad está primero. No ellos. El siguiente paso, después de aceptar el exceso de personal, es elaborar un esquema donde se vayan los que tengan que irse y se queden sólo los necesarios.
Las autoridades. Es comprensible que todo nuevo gobierno que ingrese llegue con quienes van a contribuir a ser eficiente la gestión. La actual autoridad, como lo hicieron en su momento Luis Armando Lozano Lozano, Rony Valera Suárez, entre los más antiguos y Charles Zevallos o Adela Jiménez, entre los más recientes, ha colocado más gente de la que se necesita. Es momento de prescindir de ellos. Pancho Sanjurjo, como jefe de pliego, tendría que escuchar las voces de los técnicos y profesionales que en varias oportunidades le han sugerido priorizar proyectos y personal. La decisión está en su cancha. Si lo sigue postergando no habrá tranquilidad en su gestión. Es tiempo de hacerlo, con las comprensibles quejas y protestas. Pero la gente, la población, sabrá entender que con esa abultada burocracia no se puede administrar bien la MPM. La actual gestión tendrá que promover una campaña sostenida para que la gente conozca cómo se maneja sus recursos y entienda que una buena administración es aquella donde existe convivencia pacífica entre gobernados y gobernantes. Esa situación no se da actualmente.
Los pobladores. La gente está cansada del desgobierno. Desorden y pestilencia. Recorrer las calles de Iquitos es un caos. Acudir a los mercados de abasto es codearse con la suciedad y el alboroto. El tránsito en motocarros y colectivos es una penuria. Ya nos hemos acostumbrado a todo ello. Hemos perdido la capacidad de protesta porque nos desinteresamos del asunto que nos perjudica indirectamente y nos ha ganado la indiferencia esperando que sean otros los que solucionen los problemas que hemos contribuido a generarlos. El día que nuestro vecino vea que vivir con tranquilidad y en orden es posible con el apoyo de la municipalidad también se sumará a la causa. Si no cambiamos nosotros será difícil que las autoridades y, en este caso, los sindicalistas y trabajadores lo hagan. Asistir a cualquier oficina de la MPM es tener contacto con un sistema deficiente y lleno de corrupción que nos maltrata como personas y nos perjudica como ciudadanos.
Habrá quienes deseen boicotear una solución integral, sin duda. Hoy los trabajadores municipales se cortan el cuerpo porque no les pagan y sus descuentos van a bolsillos que desconocen. Hoy la autoridad edil tiene que cargar con el peso de trabajadores reingresantes que las anteriores gestiones provocaron y que provocará un egreso de 34 millones de soles en los próximos años. Hoy la ciudadanía observa pugnas entre empleadores y empleados por un dinero que debería mejorar los servicios públicos. Si unos y otros comienzan a acusarse el problema continuará y el caos se expandirá. Nadie quiere eso. Si no arreglamos la casa distinguiendo dentro y fuera quienes la perjudican estaremos condenados a ver sangre, despilfarro y caos en los siguientes tres años de la actual gestión.