LA MOSCA EN LA SOPA
Por: Rubén D. Meza Santillán
Esta indignante frase que debería avergonzarnos como sociedad, lo volvía a escuchar en boca de una mujer que daba su testimonio en un noticiero radial. Una combinación de palabras que a muchos hombres les encanta miserablemente realizar a punta de golpes e insultos cobardes.
Previamente tuvimos una experiencia desagradable que confirma lamentablemente que la violencia nos ha ganado y hasta adormecido. Nos hemos acostumbrado a eso y nos ha atrapó la indiferencia.
Domingo por la noche regresaba de la oficina a mi casa y llegando al cruce de Alzamora con Cáceres una pareja salía del CC Pardo y en el semáforo ante la vista de todos y la ceguera machista de muchos, un hombre empujaba y jaloneaba a una sumisa mujer. Tocamos el claxon insistentemente para buscar alguna reacción alrededor y nada, le gritamos su cobardía al macho ese y recibimos de vuelto una andanada de insultos. Un caballero también en su moto se sumó a la protesta y ya éramos mancha de dos. Sí, en medio de todo ese gentío que a las 9 de la noche hay en el lugar, solo éramos un par de “locos” que gritaban y discutían con el agresor.
La mujer víctima no atinaba a nada. No decía nada, solo se dejaba llevar por su pareja que mientras caminaba le seguía demostrando su «cariño» miserable.
Llamamos al 105 de radiopatrullas y nada. Al 24100 de serenazgo de Maynas y nada. A través de esos malditos teléfonos nunca se escucha una voz que conteste cuando más se les necesita. Hasta que apareció un carro de la policía al que con gritos y señas les pasamos la voz, logrando que nos vean, pero de nada sirvió porque igual siguieron su camino.
En medio de nuestra frustración con mi solitario compañero de causa, al menos logramos que el tipo ese se calmara y dejara de agredir a la joven.
La mujer que el martes pasado desde una cabina de radio contaba como su marido le había molido a golpes por no haber querido tener relaciones sexuales. Tremendo error, porque para un macho el que su mujer no le acepte hacer el amor es la peor de las ofensas y despierta una serie de dudas y pensamientos enfermizos en su cabeza. Por eso la dejó la cara deformada y moreteada al igual que otras partes de su cuerpo. Cuerpo que deseaba poseer y que luego a los minutos lastimaba. Que ironía espeluznante, realmente.
El mismo martes a través de su Facebook Roselly Salgado hacia público su ruptura sentimental con la pareja que decía amarla pero que la golpeó cobardemente –ella colocó la foto que demuestra la agresión-. Esta joven es la bailarina más espectacular de un grupo musical de Iquitos. Sin embargo su reciente historia es la de cientos de mujeres en Loreto, miles de mujeres en el Perú y millones en el mundo.
Detalles al respecto. Los dos primeros casos ocurrieron el mismo domingo -seguramente mientras Roselly estaba en el escenario mostrando su talento-, ambas mujeres eran agredidas casi a la misma hora pero en diferentes sitios. La primera mujer recién el martes denunciaba públicamente la agresión -confesó que su marido la agrede desde hace 10 años-. La segunda, no hizo ni dijo nada.
El miércoles fue el Día de la Disminución de la Violencia contra la Mujer y sin embargo, nos quedamos con la preocupación y muy consternados porque si bien es cierto esos tres salvajes pegalones no tienen perdón, tampoco se justifica la actitud dócil, pasiva y resignada de algunas mujeres. Pero lo peor que nos puede estar ocurriendo como sociedad, es que ya no nos provoque nada estas cosas. Que ya no nos indigne. Una mujer puede ser golpeada ante medio mundo y todos, así, como si nada. Somos unos témpanos de indiferencia. Unos cómplices por omisión de esa agresión.
Por eso cuando una mujer confiesa mordiendo su dolor: «mi marido me ha pegado», es una frase que no solo acusa a su pareja, también termina acusándonos a todos por ser como somos ante estos casos. Entonces que nuestros oídos escuchen el contundente y lapidario grito de la realidad. «La sociedad me está pegando».
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Cobardia total de estos que se creen hombres por golpear a una mujer; estos imbeciles nacieron de una mujer, imaginense que asi le pegan o podrian haber golpeado a sus madres. no tiene nombre la salvajada e ignorancia, brutalidad de los que agreden a una mujer.
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