Donald Trump, presidente de Estados Unidos

Por Róger Rumrrill, desde México

      El  triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones del 1 de julio de este año en México  es, coinciden los politólogos, un  parteaguas  en las relaciones con EEUU y el gobierno de Donald Trump y también en América Latina porque México podría convertirse en el nuevo contrapeso del neomonroísmo  que Washington empieza a ejecutar  en América Latina y en particular en América del Sur.

    La contundente victoria de AMLO, además, ha traído a la memoria   esa famosa frase del presidente Porfirio Díaz, “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU”, para referirse a las asimétricas relaciones históricas entre ambos países que le ha costado a México, entre otras muchas pérdidas, el despojo de la mitad de su territorio en la guerra intervencionista y de ocupación de EEUU (1846-1848).

             México, el país más importante del mundo para EEUU

    México es para EEUU el país más importante del mundo  en todos los aspectos, incluido el geopolítico.”México es el vecino intratable, inasimilable, turbulento” de EEUU., afirma el geopolítico argentino Atilio Borón. De acuerdo a este mismo analista, Washington puede tener confrontaciones y desencuentros con Rusia, China, Irán y Corea del Norte, pero con ninguno de ellos comparte una frontera de 3, 185 kilómetros y con millones de mexicanos intentando cruzar esa frontera para realizar una recuperación por lo menos simbólica de lo que fue su territorio nacional.

        Para Borón, la preocupación de la Casa Blanca, del  Pentágono y la CIA por la llegada de AMLO al gobierno sería tan grande que no descarta la hipótesis de un magnicidio.

      El triunfo de AMLO y la geopolítica de América Latina

        La aplastante victoria de AMLO tiene enorme significación política y económica  no sólo en México, también en América Latina.

        En México, el triunfo del presidente del  Movimiento de Renovación Nacional (MORENA) prácticamente canceló el tradicional bipartidismo del PRI y del PAN y puso  entre las cuerdas a las reformas estructurales neoliberales de Enrique Peña Nieto. Los  30 millones de votos de AMLO son votos en contra de estas reformas que favorecieron sobre todo al gran capital nacional y multinacional y generó el despojo de tierras de los campesinos y ahondó la pobreza de millones de pobres urbanos y rurales.

    La arrolladora victoria de AMLO, ha obligado a una nueva lectura del ajedrez político y geopolítico en América Latina. Por lo pronto, la derecha política y económica no podrá seguir repitiendo la cantilena de que el ciclo de los gobiernos de izquierda ha concluido.

     Igualmente, el triunfo de un gobierno declaradamente de izquierda en México, así como el liderazgo de Gustavo Petro en Colombia, puede restar impulso e incluso frenar la oleada de derechización y neoconservadurismo en nuestro continente. México, un país con 127 millones de habitantes y considerada la segunda economía de America Latina, con un gobierno progresista como el de AMLO,  será el contrapeso geopolítico de Washington en  nuestro continente, el rol que detentaba el Brasil de Lula, pero que lo ha perdido con el triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro, una especie de Donald Trump brasileño.

   El  control de la Cámara de Representantes por parte de los demócratas en las elecciones de medio término del 6  de este mes en EE.UU es para AMLO un resultado políticamente favorable: porque la obsesiva y absurda pretensión del presidente Donald Trump de construir el famoso muro entre México y EEUU en los hechos ha quedado descartado. Los demócratas tienen ahora el control del presupuesto y, con seguridad, no apoyarán ni política ni presupuestalmente ese proyecto alucinante. La renegociación final del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y EE.UU queda en compás de espera.

       Con el liderazgo geopolítico de México, el llamado Grupo de Lima, al servicio de los  intereses de EEUU, posiblemente perderá toda significación y el plan de Washington de invadir Venezuela podría en el mejor de los casos cancelarse.

      Sin embargo, el gobierno a AMLO, que asume oficialmente el 1 de diciembre, se enfrenta a inmensos y descomunales retos. Como ocurre en toda América Latina y en particular en el Perú, los estados latinoamericanos son estados capturados por los poderes fácticos. En México, como ha señalado el constitucionalista mexicano Diego Valadés en una entrevista en la revista “Proceso”, edición del 4 de noviembre de este año, ”el poder económico es un Estado intangible de dimensión transnacional”.

     Es decir, si tal como ha prometido, AMLO quiere separar el poder político del poder económico, para no ser un títere y un simple operador del gran capital multinacional como lo han sido en general los últimos presidentes mexicanos, incluyendo Enrique Peña Nieto, tendrá que construir una poderosa estructura de poder político para gobernar y enfrentar los enormes problemas  de la corrupción y la pobreza.

    Lo dice el mismo Diego Valadés: “Para que tenga éxito (el gobierno de AMLO) se necesita que quienes gobiernan sean las instituciones políticas muy sólidas y entonces sí, a pesar de que estemos actuando, no contra un poder económico nacional, sino contra poderes económicos de todos los niveles, incluyendo los internacionales, cuando tengan enfrente, no a una persona, sino a un Estado con instituciones muy poderosas, las relaciones van a cambiar”.

               Las lecciones de México para el Perú

         Algunos destacados analistas sostienen que México es un estado al borde de la inviabilidad y el colapso. La endémica corrupción (el 10 por ciento del PBI), el narcotráfico y su secuela de corrupción y violencia con un saldo trágico de 250 mil muertos y 150 políticos asesinados  en las recientes elecciones,  es una nación que requiere una refundación, como ha proclamado AMLO.

    En este proceso de refundación, los 20 millones de indígenas y campesinos tienen una misión fundamental. Indígenas que son, de acuerdo a la mayoría de pensadores mexicanos, “la reserva moral y política de México”.  Las reformas neoliberales de Peña Nieto, sobre todo la energética, ha provocado el despojo de tierras comunales y ejidales de miles de campesinos e indígenas, exactamente lo que ha ocurrido en el Perú con los “paquetazos” ambientales de Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski.

    El Perú también es un país que demanda y requiere una refundación. Como en México, aquí también los pueblos indígenas son una reserva moral, política y cultural.

   Pero ese proceso de refundación sólo será posible, con la unidad de todas las fuerzas democráticas y progresistas, de izquierda y de centro. Lo  hecho en México por Andrés Manuel López Obrador a lo largo de 20 años y como lo hizo Evo Morales Ayma en Bolivia, es un ejemplo para los peruanos que luchamos por una refundación del Perú en el siglo XXI.

                                    (Fin)