Mentiras bien hechas y verdades falsas…
Escribe: Lic. Werlinger Montes Panduro
No hay madurez política en nuestra región ni en el país; la madurez política es corrupción, robo y estafa; sólo debe existir la madurez humana: la madurez política es corrupta y defenestra los verdaderos intereses de la población; la madurez humana está al servicio del bienestar social y la madurez política al servicio de los saqueadores. Por eso creo que las elecciones deben ser libres y voluntarios (que no sea una voluntad “obligada”), tras un largo y riguroso régimen de selección de los precandidatos.
Pensemos muy bien antes de analizar este tema. ¿La política es una inversión, un servicio o una empresa más? Comencemos por ahí y tendremos un panorama completo de la situación. Si es una inversión no queda más que aguantar y ser tolerantes cuando una “autoridad” es elegida y empieza a despilfarrar y acumular miles de soles en su cuenta porque está recuperando la inversión que hizo por realizar el “trabajo” que los empresarios, los ayayeros, los simpatizantes, los militantes y uno que otro desinformado y distraído integrante del pueblo les han confiado. Si es una empresa, no tenemos que pedir revocatorias (decisiones que hacen que empobrezcan más el país y sus pobladores humildes) y no debemos interferir en los esquemas de trabajo que ellos mismos han planificado; dejémosles trabajar hasta que la “empresa” se declare en quiebra o insolvente por falta de presupuesto, proyectos y capacidad de inversión. Lo vacamos y punto, que es como exigirle que renuncie.
Pongamos mucha lucidez y mesura cuando hablamos de la política como un servicio social. La población necesita bienestar y respaldo. No necesita mendigar porque administrar y distribuir fondos del estado no debe marginar ningún tipo de condición ideológica, política, social de las ciudades, comunidades, caseríos y pueblos de una región.
La decadencia política nos está llevando a corrompernos cada día más (no hay hoy en día espacio – oficina, institución o dependencia – libre de este flagelo social que no esté infectado por su bacteria nociva y letal) y conduciéndonos a una escuela generadora de embauques y frotismos. Carecemos de aprendizajes modificatorios positivos. Ausencia de actitudes positivas, que nos lleven al reto de congraciarnos con nosotros mismos y por ende a la sociedad, a la cual pertenecemos, de dónde venimos; y a cambio sí, presencia de actitudes desafiantes, intolerantes e intolerables que nos aleja permanentemente de la condición humana más pura y confiable.
Las alteraciones emocionales brutales que sufrimos diariamente ante casos de corrupción, ante la indolencia de la justicia por el evidente proteccionismo de funcionarios ante un caso penal, parcialización de la administración de la justicia, burla hacia las leyes y normas, ha creado en nosotros una barrera de incredulidad y ha bloqueado nuestra esperanza en positivo; de tal suerte que un acto de “bondad” nos parece hasta demasiado extraño y torpe, y merece nuestra desaprobación por huevonía.
Hemos falsificado todo. ¡Cuidado con los niños! ¡Cuidado con la falsificación de la sociedad! ¡Hasta la educación se ha vuelto falsa! ¡El amor ya es falso! Nos hemos convertido en águilas carroñeras que desenfundamos las garras sobre el lomo del prójimo, en el del hermano, en el del colega. Pueden pensar que soy idealista. El mundo avanza gracias a gente de ideales. Pero en este siglo, no estoy seguro. Es una guerra de felinos que no se sabe a dónde nos llevará y cómo acabará.