Memoria del Presidente amazônico (I)
En los anales de los presidentes peruanos -colección donde hay de todo y más, desde seres turbulentos o próceres que se niegan a soltar las riendas, pasando por repetidores del plato y arribando a juzgados y sentenciados- no figura un anónimo y desconocido parlamentario vinculado a la grande Amazonía. En alas del simple azar, por pura coincidencia o por el peso de los disturbios sociales de su tiempo, ese senador por Chachapoyas no necesitó caminar mucho para abandonar su escaño y cambiar de destino. Es decir, para sentarse en el trono del palacio de Pizarro.
El olvidado mandatario amazónico se llamaba José Braulio Camporredondo. Suponemos que nunca imaginó que volaría tan lejos, pues su vida política se contentaba con representar durante varios períodos legislativos a esa ciudad selvática. Fue uno de los primeros congresistas selváticos, el otro fue José Modesto y ambos repitieron el plato en una carrera reeleccionista impresionante. No hemos encontrado su lugar de nacimiento pero si rastros de su brillante labor parlamentaria a favor de la maraña. En poco tiempo presentó dos proyectos que fueron aprobados: la creación de un colegio en Chachapoyas y la reducción de los impuestos para el azúcar. Pero lo que más nos ha impresionado fue la consideración que se le tenía en aquel tiempo.
El 10 de diciembre de 1832, antes de alcanzar la alta magistratura dela Nación, antes de volar por las nubes del poder, en concurrida y nutrida ceremonia recibió la medalla de Junín y Ayacucho. En el discurso de ocasión fue nombrado como benemérito de la patria en grado heroico e inminente debido a sus aportes valiosos en la gesta de la independencia del poder castellano. Tanta alabanza debió jugar un papel importante en su elección presidencial, pero su corto gobierno debió desilusionar a algunos que con mucho gusto le hubieran arrebatado sus pergaminos.
El mandatario vinculado ala Amazoníafue designado a dedo por don Agustín Gamarra. Este no creía en subordinados o en efectivos para poner en vereda a sus enemigos que no eran pocos. Y partió a calmar los ardores de sus adversarios que se levantaron en Ayacucho. Su ausencia temporal fue cubierta precisamente por don José Braulio. Antes había estallado otra revuelta donde estuvo involucrado el enconado Felipe Santiago Salaverry que fue deportado a la áspera selva. Meses después iba a comandar una asonada desde la misma Chachapoyas contra el flamante mandatario vinculado a la espesura.
En ese momento don José Braulio Camporredondo no era poca cosa. Ostentaba el cargo de vicepresidente del Congreso de ese tiempo. Era más que suficiente ese cargo para un representante de la periferia, de la lejana provincia, del país remoto. Pero el poder tiene sus encantos. Y don José Braulio, ni corto ni perezoso, sin fijarse en inconvenientes, sin medir las consecuencias de su acto, ocupó el trono reservado a los mandatarios. En mala hora dejó su curul, pues un desastre que le enfrentó absurdamente con el mismo Congreso, como veremos en su momento.
El presidente peruano, vinculado a la lejana montaña, gobernó durante algo así como 4 meses. Era el año de 1833 y don José Braulio Camporredondo fue mandatario efímero, encargado, provisional, pero mandatario al fin y al cabo. Estuvo en palacio de gobierno dirigiendo los destinos o los desatinos de esa Nación complicada que todavía no acababa de salir de la colonia.