Memoria de excluidos
En la capital peruana, en la siempre distante Lima y su alma de tradición y su calesa virreinal, una remota nación selvática como que se ha puesto de moda por un momento en estos tiempos. Es un decir. Se trata de los Asháninca que en estos días permiten la presentación de dos eventos. Como en paralelo, como puestos de acuerdo, se presentó hace poco, con singular éxito de público, con reportajes a nivel televisivo y periodístico, el documental dirigido por José María Salcedo y titulado Asháninca, justamente, y donde los actores y actrices pertenecen a la comunidad ancestral, a esa parte del Perú que todavía es negado por algunos que no quieren admitir la riqueza racial y cultural que nos nutre.
En la casa Rímac, en la cuadra tres de la calle Junín, a poca distancia del centro de Lima, se presenta una muestra fotográfica de esos oriundos que se relaciona con la violencia subversiva que les afectó brutalmente. En ambos casos, se trata de una memoria viva, latente y desgarrada de la manera cómo viven esos compatriotas que a lo largo del tiempo han padecido horrores. En ambos casos, se trata de testimonios de primera mano, sobre seres excluidos tradicionalmente.
En ambos casos, la película y las fotos, demuestran la grandeza de un linaje que pese a todo, pese a los asedios, los despojos y las matanzas, han conseguido resistir, han logrado aferrarse a la vida. Han derrotado a todas las incertidumbre de la extensa urna funeraria histórica. Esa victoria contra los variados sepulcros no es poco cosa. Es una gesta ejemplar que hablar del coraje y de la sabiduría de esos compatriotas lejanos que todavía esperan su oportunidad sobre estas tierras. Esperamos que esa memoria no quede en esos eventos y que esos indígenas sigan diciendo su verdad.