[ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel].

Con la notoria excepción de Saltos perpetuos, los cuentos que forman parte del primer -y espero que no el último ni el mismo género- libro de José Rodríguez que se publica bajo el sello de Tierra Nueva, de alguna forma abordan la difícil vivencia de la adolescencia y las relaciones de hombre y mujer que en ella se dan y también -como se narra en el cuento que abre el libro, Muchacha en la penumbra- los besuqueos lésvicos en algún rincón discotequero. Quizás por ese primer cuento uno de lector termina el libro con la diluida esperanza que aparezca algún homosexual entres los personajes. Pero que aborden esta etapa de la vida no es tanto como que lo haga bajo el manto permanente de la infidelidad que se produce ante los ojos de los protagonistas, uno de los cuales inclusive viaja desde Iquitos -como se narra en Nocturno en Nauta- hasta la capital de la provincia de Loreto para sorprender a su enamorada en los brazos y labios de otro.

José Rodríguez ha dicho en reciente entrevista publicada en este diario y escrita en la primera línea de los agradecimientos que el título del libro se debe a que la escritura de los cuentos se hizo entre juegos y fugas. Sin embargo, cuando uno lee la totalidad de la obra -de menos de cien páginas pero de más de noventa- llega a la conclusión personalísima que la mayoría de protagonistas le entran al juego del amor y a la fuga de los amores contrariados que en realidad son amores traicionados o, para mejor decir, traicioneros. Claro, se entiende porque en esa etapa de la vida el enamoramiento viene acompañado de sorpresivas infidelidades y, a decir de la misma lectura, y de otras más previsibles quizás.

Quienes leemos el libro, y conocemos al buen y también esquivo y la mayoría de veces impredecible Pepe Rodríguez, llegamos inevitablemente a la conclusión que varios de los personajes tienen elementos de su personalidad y diversas circunstancias reflejan las vivencias del autor. Y no solo porque Camino de salvación se ambienta en Tamshiyacu -pueblo en el que nació y estudió sus primeros años Pepe- sino porque a lo largo del libro uno se topa con personajes que ya sea en las aulas escolares, los pasillos universitarios o las expresiones sobre las relaciones laborales en estos lugares nos muestran el perfil biográfico, de comportamiento y pensamiento del docente, hoy ya convertido en escritor.

Y como escritor seguro que Saltos perpetuos habrá sido donde más ha disfrutado en la redacción. Pues en el da rienda suelta a su entorno no adolescente -que sí se nota en los demás cuentos- apelando a personajes que, o mantienen el mismo nombre o el mismo apellido de la vida real, han influído no solo en su formación profesional sino en su vocación. No sé si porque uno siempre quiere mantenerse adolescente o es la etapa de la vida donde se descubre el mundo en el sentido más amplio del término pero Entre juegos y fugas atrapa al lector. O, también, porque está escrito en un lenguaje alejado de localismos que en verdad es la reafirmación que la literatura amazónica se ha desprendido de esa característica dañina para la creación.

Bien por Pepe, quien hace muy bien en agradecer en el mismo libro a quienes han contribuido en su formación literaria y que de alguna forma tienen que ser los referentes para todos aquellos que abrazan la literatura, que nunca debe estar alejada de la estética, como opción de vida. No los renombro en este artículo para que se mueran de curiosidad y cuando lean el libro se den cuenta que esos mismos también deambulan por algunos de los cuentos.