Para el final del primer día de la estancia estaba previsto ir a un hamman– baños para la limpieza del cuerpo y masajes. Mi cuerpo lo pedía a gritos. Habíamos tenido una experiencia previa en Estambul donde fuimos a un clásico baño turco. Fue muy bueno pero quienes nos daban los masajes parecían unos entrenados gladiadores sobre nuestros cuerpos. Fue una grata experiencia pero demoledora. Con ese expertise nos adentramos a estos baños. Realmente sorprendente. Me sentí mejor que en el baño de Estambul no sé por qué. El atrezo de la habitación era un cielo lleno de estrellas, lo decía mientras me limaban y estrujaban con una lija todo el cuerpo. En verdad, me sentí mejor. El dolor muscular del tenis y de los años aminoró. Con esas energías al día siguiente fuimos muy temprano a Essaouira- en este puerto del Atlántico vivieron judíos y las mercancías venían desde Tombuctú ¿pueden imaginarse la ruta? información que le hacían muy interesante para la visita. Mientras esperábamos que nos recogieran hubo un apagón en esa parte de la ciudad que hizo de la espera un poco tensa, felizmente, se acopló en la oscuridad una pareja de Hong Kong que hacía el mismo recorrido, no decía de China si no de Hong Kong con cierto prurito de orgullo. Era una camioneta con dieciocho turistas de diferentes nacionalidades. El guía se daba el lujo de hablar en inglés, francés y español, y para contraste, yo balbuceando alguna puñetera palabra en mi chapurreado inglés. Es un viaje de tres a cuatro horas dependiendo de las paradas, la cordillera del Atlas, en el fondo del paisaje, te acompaña todo el viaje. Pensé que la ruta tenía previsto algunas alturas y vueltas y me había aprovisionado de pastillas para el mareo- son imprescindibles para mi viejito, pero no fue necesario. Era de trazo recto la ruta, eso creo. Mitad carretera y mitad autopista. El conductor manejaba con cuidado, es de agradecer porque en general se conduce de manera endemoniada como en Perú. En la ruta nos detuvimos a visitar una cooperativa de mujeres que se dedicaban a la explotación del aceite de argán. De ahí enrumbamos a nuestro destino final. Nos dejó en un punto, cerca de la parte del comercio de pescado, y nos avisó que nos recogía como a las cuatro de la tarde. Como parte del viaje al puerto la agencia ofrecía un guía de manera gratuita. Así que con él hicimos una caminata de hora y media por todos los vericuetos de la ciudad como el antiguo barrio judío, las fortalezas, la parte del comercio del puerto. Un señor afable y conocedor de su ciudad, vestía como un viajero del desierto que le daba cierta solemnidad. Luego fuimos a nuestro aire por la ciudad. Pensaba que este tipo de viajes en línea recta a un punto dejaba muchas cosas en la ruta como los pueblos y mercados que pasábamos, pero eso será para un viaje más largo. Llegamos de noche a Marrakech y en el hospedaje nos esperaba un agradable tayín de cordero con verduras que nos hacía olvidar el largo recorrido del viaje.

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