Marineros de agua dulce

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El calor se había instalado en Madrid. Ese calor seco que nos quiere evaporar de la tierra. Así en esos días de inicio del estío me llegó la invitación de Juanjo Plasencia para ir a Mérida por un evento donde cantaban tenores en el teatro romano de esa ciudad en el marco de la Cumbre de la Alianza del Pacífico [Colombia, Chile, México y Perú] y también tirando del hilo de la Historia por esa tierra donde salieron los exploradores para toparse con el suelo americano, una mezcla de azar y razones. En el evento se hizo mención al primer europeo que divisó al Océano Pacífico, Vasco Núñez de Balboa [nació en Jerez de los Caballeros, Badajoz, Extremadura]. Mi experiencia con Mérida era el calor agobiante [casi desesperante] y esos días no fue la excepción, claro, no defraudó un ápice. Para la cita fuimos en el carro de Juan José que había hecho parte del recorrido unas veces por esos campos de olivos y de centrales nucleares como Almaraz que despinta un poco el paisaje. Pero al margen de esos brumos del paisaje era un viaje de una gran metáfora personal. Dos amazónicos redescubriendo las tierras de esos exploradores extremeños con la complicidad castellana de Sonja que tuvo que soportar las puyas emponzoñadas al comparar los ríos amazónicos con los que nos topamos a paso – simbólicamente Juan José en un evento diplomático había hermanado el Tajo con el Amazonas, ambos derramaban sus aguas en el Océano Atlántico. El evento en el teatro romano se llevó a cabo de acuerdo con lo marcado con los organizadores aunque el tenor peruano, a nuestro parecer no estuvo a la altura, tuvo un rendimiento medio, regulero. Mejor estuvo la cantante extremeña, Carmen Solís, que tenía mucho más rodaje que sus pares amerindios. El viaje de vuelta fue lo más interesante. Como la cabra que siempre tira al monte, Juanjo sugirió atravesar el Parque Natural de Monfragüe, estando entre las aves emblemáticas de este parque el Águila imperial o el Buitre Negro. Claro estuvimos en una estación para mirar aves. Las carreteras que bordeaban laderas parecían a los meandros de los ríos amazónicos sólo que estas vías eran de cemento. Luego de cruzar este Parque Natural hizo escala técnica en Plasencia -ciudad homónima con el apellido de Juan José, era repostar y comer. En un tramo del camino de vuelta el GPS nos jugó una mala pasada, informaba de un camino que no había. Amén de esos yerros que aliñan el camino ha sido un viaje royendo la historia y la geografía.

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