Es increíble el comportamiento extremado de ciertos electores locales que no se resignaban a no emitir sus votos. Las elecciones generales del 2016 ya habían terminado, ya se conocían los resultados oficiales, los dos contendores que quedaron luego ya se disponían a dar inicio la segunda vuelta con una mejor ley seca, cuando los periodistas descubrieron a un contingente de personas que seguía haciendo cola para votar. Eran los que se levantaron tarde, los que esperaron el último momento, los que bebieron abundantemente violando la ley seca. Arribaron a ese lugar de votación después de las 4 de la tarde y se dedicaron a hacer la cola sin fijarse en que las puertas y las ventanas estaban cerradas.
El lugar de votación era un local destartalado y elegido para ese día de las ánforas electorales y los votantes tardíos estaban en la cola, esperando pacientemente el arribo de los miembros de mesa que ya se habían ido a sus casas. Esperaron en vano varios días y luego comenzaron a protestar, reivindicando el derecho que tenían de elegir. No quisieron admitir que las elecciones ya habían sido y se empecinaron en que tenían que votar no solo para no pagar la multa sino para elegir a sus candidatos. Querían votar a toda costa y no había dónde hacerlo. No había actas de votación ni siquiera estaba la cámara secreta. De manera que esos votantes tardíos se quedaron flotando en una cola que no iba a ninguna parte.
En esas andaban cuando arribó el día de la votación para la segunda vuelta. Y otra vez se hicieron tarde, nuevamente esperaron el último momento después de violar varias veces la incumplida ley seca. Arribaron al local de votación después de las 4 de la tarde y armaron un escándalo insistiendo en que querían votar para elegir al nuevo presidente de la república del Perú.