LOS SERES DEL PASADO
En el arrabal de la simple verdad, se puede decir que los nazis eran unos frustrados de miércoles, unos fracasados sin retorno, que buscaron vengarse del destino asesinando hombres y mujeres. Y de paso robar las propiedades y las fortunas de sus víctimas. Uno de ellos, tan incapaz como ese pintor mediocre, ese cabo inepto, ese sujeto disminuido físicamente, que se llamó Adolfo Hitler, no era tirador al blanco, ni armero despiadado, ni bandido del oeste, pero amenazaba con sacar su pistola de reglamento cada vez que escuchaba la palabra cultura. Tanto disparo en potencia, tanta bala preparada, desembocó luego en la quema de libros.
La palabra cultura en estos rincones y esquinas de los verdores incultos no desata torbellinos de armas o incendios públicos. En toda la historia de Iquitos, la ciudad del Dios del amor, al chancho y los chicharrones, a freír en sartén de palo, una sola vez se pretendió prohibir la exhibición de una película: “La Vorágine” que era una acusación directa a un cauchero local. Luego la palabra cultura no desata nada. Las autoridades en general, cuando escuchan esa palabra, sacan a relucir de inmediato un arsenal de ignorancia, un tonelaje de baba o un compendio de tontería. Antes eso podía ser un chiste. Hoy es la pena del aguajal que sabe de nuestros tormentos en ese menester.
La cultura es el personaje de este siglo, del siglo XXI, dijo con toda razón un novelista decoroso como era don Carlos Fuentes. En la edición de ayer de este diario, Carlos Cook Morris, Director de Arteria Cultural, declaró que la cultura no está en la agenda de las autoridades. Es decir, los que mandan con la sartén y el mango, los que tienen la pelota y al árbitro en la cancha, los que disfrutan de partidas oficiales para invertir en ese rubro, están en otra parte. Están fuera del tiempo. Militan en el pasado. Todavía no salen del siglo anterior al diluvio o al dinosaurio. ¿Y así, siendo seres del ayer, momias andantes y parlantes, quieren reelegirse?