Cuando los partidos políticos tenían la preferencia ciudadana no designaban democráticamente a sus candidatos a los puestos por elección universal y directa en los comicios nacionales y regionales. Así fue, por lo menos, desde que se reinició el periodo democrático en 1980 y Acción Popular con el Apra ganaron las elecciones municipales en momentos distintos. Tanto Luis Armando Lozano Lozano, Rony Valera, Silfo Alvan y Joaquín Abensur apelaron a las designaciones antes que a las elecciones internas. Porque todos ellos se valían de la preferencia del partido para ganar una elección antes que a la simpatía propia dentro y fuera de sus agrupaciones. Es más, aun antes de ser designados candidatos ya tenían el triunfo asegurado. Y en algunos casos, interponiendo el triunfo a la consolidación partidaria, grupos como el Apra echaron mano de candidatos que no pertenecían al aprismo porque solo les interesaba ganar sin analizar el costo político.
El hecho más reciente de claudicación partidaria fue cuando el Apra -a pesar que la Directiva loretana ya había elegido a sus candidatos a la región y municipios y hecho público a través de un comunicado- proclamo como candidato a la Alcaldía de Maynas a J.C. Del Águila, con quien ganó las elecciones y también una cuota de poder y puestos ediles que le sirvió para reinar momentáneamente. Y ya sabemos cómo quedo el aprismo luego de ese poder efímero gracias al carisma de Alan García y el acompañamiento de quien se convertiría en alcalde de la provincia. Llegado el momento los dirigentes locales de los partidos nacionales bajan la cabeza ante el mandado del líder limeño y no pelean porque se respete la necesaria autonomía en las decisiones electorales internas.
Por eso, entre otras cosas, ganan terreno los movimientos regionales que, en la mayoría de los casos, se limitan a triunfar en lo que podría llamarse parcelaciones distritales y provinciales de los votos. Si los partidos políticos nacionales apelan a líderes regionales para aliarse y ganara comicios el mismo vicio repiten los movimientos regionales al aliarse a caudillitos provinciales y distritales para ganar elecciones aunque al poco tiempo terminen con esas alianzas.
Si los partidos apelan a líderes externos no es menos cierto que existen dirigentes jóvenes que deben salir de los partidos para forjar un mejor futuro, pues de lo contrario nunca serian siquiera candidatos. Jorge Chávez Sibina jamás hubiera sido candidato propio del PPC mientras la cúpula era manejada por Carlos Montoya gracias a su llegada a la dirigencia limeña. Fernando Meléndez Celis nunca hubiera forjado un espacio propio en el aprismo y tuvo que alejarse de los dirigentes eternos y formar su propio movimiento para convertirse el mismo en candidato eterno hasta que el triunfo le sonría.
Los partidos políticos antes de despotricar de los movimientos regionales deberían hacer un mea culpa porque son la causa del problema -si es que se quiere verlo como tal- y los movimientos se convierten en la consecuencia. Seguro que algo de esto hablara el aprista Moisés Panduro Coral en la exposición de hoy en la sala de gobernadores del Museo Amazónico cuando se refiera a los partidos y movimientos en Loreto. Ahí estaremos y ojala acudan los militantes de partidos y movimientos para que aprendan de los errores ajenos y propios.