Crónicas de hogar
Percy Vílchez Vela
En los avatares de la sufrida vida nacional ocurrió aquella protesta contra el Congreso. A unos ciudadanos hartos de tanto abuso se les ocurrió llevar cerdos a dicho reciento para hacer escarnio de los parlamentarios que cometían delitos a cada rato. Los cerdos, encebados convenientemente, entraron por la puerta grande y en un dos por tres se posesionaron de los curules vacíos a esa hora. Era de verse la naturalidad con que dichos animales se desenvolvían en ese lugar y no faltó que a alguien se le ocurriera que esos cerdos podían desempeñarse como congresistas. Así fue como ocurrió aquel cambio radical ya que estalló una corriente de opinión que porfiaba en favor de los cerdos. No se pudo contener a la legión que apareció después y que también quería que esos animales se desempeñaran como relevos de los congresistas humanos.
Entonces en el Perú de siempre se tuvo que inaugurar un Congreso conformado por parlamentarios de cuatro patas que se apoderaron de los curules. A partir de ese momento la vida nacional adquirió un aire de paz y concordia, pues los cerdos cumplían cabalmente con sus papeles y trabajaban de sol a sombra para dictar leyes que beneficiaran sobre todo a los más necesitados. En ese entonces no había denuncias sobre trampas a la ley, acciones de robo, transgresiones a los dispositivos. Los cerdos eran mejores congresistas y llegó un momento en que se pensó elegir a uno de esos animales como presidente nacional. Pero entonces aparecieron voces discordantes que se negaron a admitir en la casa de Pizarro a un simple animal.
No todo es perfecto en la vida. Los nuevos congresistas tenían un defecto grave. No podían dejar de osar. En las sesiones mañaneras o nocherniegas, durante las votaciones, en los actos públicos, no dejaban de meter las trompas. Debido a ello se tuvo que hacer un referéndum sobre la marcha para determinar el futuro de esos flamantes parlamentarios. Así fue como se acabó con el reinado de los cerdos en el Congreso. En el presente los congresistas son hombres y mujeres de carne y hueso y los cerdos de antaño han sido olvidados por completo.