Hace poco leía un ensayo de George Steiner sobre Europa y decía que uno de los rasgos que distingue este continente de otros son los cafés, recordar que los cafés y las tertulias lo impulsaron las mujeres. Mi narrativa emocional con los cafés es muy variada. En Isla Grande hay pocos cafés, casi contados con los dedos de la mano y en plan consumo, es decir, no es un espacio para leer el periódico que proporciona el propio café, para conversar; el propietario te mira receloso sí estas un tiempo largo. Los Starbucks no tienen ni una pisca de ese café europeo que menciona Steiner, los veo muy desangelados. En los cafés, siguiendo a este pensador europeo, se gesta la tertulia que lleva a la política, a la literatura, a las tramas vivenciales, a la vida en común. Me viene a la memoria el café en Lince, en Lima, que con un par de amigos armábamos una buena tertulia: Alfonso “el Txolo” Castro, Richard Albán, Ricardo Delgado que era más esquivo, pero ahí lo teníamos, y también algunos patas itinerantes. Éramos un tridente como diría ahora el lenguaje deportivo. Desde nuestras mesas mirábamos y éramos muy críticos con la universidad en la que estudiábamos sino no fuera por ese café de Lince mi vida hubiera sido muy chata, muy plana. Allí hablábamos un poco de todo. De la palestra pública, de literatura, del racismo y clasismo arraigadamente tan peruano, de Sendero Luminoso. El Txolo era un cinéfilo empedernido y su ilusión era hacer una película y hablábamos de cine, de directores emblemáticos e íbamos a los ciclos en los cineclubs. Recuerdo que gozosamente vimos juntos la película “El perro andaluz” de Luis Buñuel, un deleite que reforzaba nuestras convicciones porque Lima era y sigue siendo aldeana, y con Alfonso tratábamos de borrar esos cercos mentales. Richard  estaba embebido del derecho contractual, su razonamiento para resolver situaciones jurídicas enredadas era descomunal. Por eso debo agradecer a ese café en el barrio de Lince que hacía a Lima gris más llevadera, respirábamos un balón de aire fresco. Tomábamos café religiosamente o un bocadillo. En este lado de Europa, al sur, seguro que ha habido cafés muy memorables, en el Café Central pude ver a Rafael Sánchez Ferlossio, leía su periódico al margen de la gente que concurría, pero a este lado de Europa lo que está proliferando no son esos cafés que nos hablaba Steiner sino los bares. Claro, en los bares la conversación y el tono de la plática cambia completamente ¿será por algo que dicen es una conversación de bar?

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