En la Lima del balcón colonial y de La Parada, de la carroza con su galopante equino y de la carreta emolientera, fue publicado el primer y único documento sobre el arribo de los barcos a Iquitos. Era el año de 1869, 3 años después del arribo de los famosos barcos. Allí, Fernández, dice que hacia el 26 de febrero de 1864 arribó el primer barco castillista a Iquitos. No era el 5 de enero, como se sigue repitiendo como papagayos de la ignorancia. Era febrero y el barco que arribó por primera vez a la orilla izquierda fue el Pastaza. El Morona iba a llegar primero pero fue detenido en Brasil por motivos que no es necesario repetir aquí.
En el libro “El linaje de los orígenes, la historia desconocida de los Iquito”, Percy Vílchez Vela tomó el dato de Basadre como una verdad irrefutable. El trillado 5 de enero cayó en desuso entonces, porque había otra información, una información fidedigna, irrefutable. El mismo 5 de enero puede ser mencionado ahora en tabernas de tragos bambas o en bares de mala muerte, pero jamás en una clase de historia local en cualquier colegio. Jamás en un museo. Porque no es verdad, porque esa fecha fue la salida de una comisión consistorial de paltos que pretendió arreglar las fechas a su antojo, reubicar las cosas para que calzaran con lo que pretendían hacer con Iquitos. ¿Cómo existiendo información sobre el particular, sobre el arribo de los barcos, se sigue repitiendo una mentira?