LOS AMOS DEL GANADO
Es cierto para siempre que ojo del amo engorda al ganado, así sea ajeno. Nuestras distinguidas, muy respetadas y tan queridas autoridades, no frecuentan la crianza de reses, ni venden productos lácteos salidos de los establos, ni benefician carne en los camales, pero insisten en mejorar la crianza. Es decir, como si no tuvieran funcionarios, servidores, asesores, ayayeros, pretenden hacer todo de la mañana a la noche. Como si en sus despachos estuvieron solos y abandonados, no delegan a los demás ciertas acciones, ciertos hechos que no tienen mayor importancia para sus gestiones. Así madrugan a ver las lanchas, se camuflan con overoles para comandar batidas nocturnas, miran si los huevos de gallina tienen corona, siembran palmeritas, cargan calaminas, comen con las manos, regalan cosas como si fuera navidad.
El tiempo es oro, sobre todo cuando se le pierde. Y el in-mediatismo ha ganado a los ganaderos. O sea nuestras muy queridas y bastante admiradas autoridades pierden horas en ganar las primeras planas, en robarse al galán de la película de todos los días. Así no les vamos a reelegir. Es cierto que una autoridad debe cuidar y extender su imagen hasta los confines de todos los mundos terrestres o astrales, pero para eso tiene a sus patas o sus empleados.
El ganado puede esperar, rumiando en el pasto, por otra parte. Nuestras autoridades tienen que cambiar aunque sea de aquí a la eternidad. Tienen que dedicarse a labores de estadistas que es la ciencia del buen gobierno. Sospechamos que si siguen engordando al ganado las cosas les irán de mal en peor. No exageramos. Lo que viene pasando con la pobre Plaza Roja, da vergüenza, indica que las acciones callejeras, esquineras, del burgomaestre de San Juan no han dado en el clavo. No estuvo en el lugar exacto a la hora punta. Pero no todo está perdido. Si tanto quiere lucirse, si tanto anhela demostrar que él manda en el corral, el alcalde debería sentarse en la última grada de esa plaza y vigilar por el bien público.