Esa rabia ciudadana expresada en octubre del 2014 no sólo careció de dirección sino de objetivos claros y -por los últimos hechos en Saramurillo o DIRESA, Energía y Minas y DREL- hoy tenemos un gobernador que no sólo no le interesa solucionar el problema del bloqueo del río Marañón sino que lo niega en cadena nacional.
El periodista alemán Dirk Kurbjuweit, de Der Spiegel, inventó la palabra Wutbürger que significa “ciudadano rabioso”, según nos recuerda Mario Vargas Llosa en la última columna en El País de España. El mismo Nobel de Literatura 2012 recuerda que el periodista Jochen Bittner en The New York Times publicó un ensayo interesante donde afirma que “la rabia que moviliza en ciertas circunstancias a amplios sectores de la sociedad es un fenómeno de dos caras, una positiva y otra negativa”.
Contrariamente a lo que postula Bittner -quien celebra que existan ciudadanos rabiosos positivos y negativos porque sin ellos no hubiera existido progreso-, Mario Vargas Llosa cree que es “preferible erradicar la rabia de la vida de las naciones y procurar que ella transcurra dentro de la racionalidad y la paz, y las decisiones se tomen por consenso, a través de la persuasión o del voto. Porque la rabia cambia rápidamente de dirección y de bienintencionada y creativa puede volverse maligna y destructiva”.
Siendo las expresiones de los dos párrafos anteriores una explicación de la rabia universal, es interesante repasar la historia reciente en donde los loretanos -iquiteños, mejor dicho- hemos expresado nuestra rabia y veremos si ésta ha sido positiva/negativa y propiciado desarrollo y si careció de dirección y, por lo tanto, terminó haciendo lo que en un inicio se combatió. La historia Latinomericana está impregnada de rabia y siendo justificada en la mayoría de casos ha terminado desviada de sus objetivos iniciales y causó peores males que los que quería remediar, dice el autor de Pantaleón y las visitadoras. La historia loretana ha tenido rabias justificadas, sin duda.
Por ejemplo, la rabia en torno al Tratado de Paz firmado en Itamaraty coincidió con los últimos años del régimen de Alberto Fujimori y se mezcló -para bien y para mal- con todos los casos de corrupción regionales y nacionales. Ese repudio colectivo -este articulista sigue pensando que ese Tratado fue una de las mejores acciones del gobierno de ese entonces- se mezcló con patrioterismo y se nos hizo creer que la lucha del pueblo loretano por la soberanía fue determinante para la caída del régimen. Basta con anotar la cronología de la firma en Brasilia y la huida de Fujimori hacia Japón para desmentir semejante aseveración. Esa rabia colectiva mezcló el patriotismo y la lucha anticorrupción y, como estuvo falta de dirección, ya sabemos que el cambio de gobierno no alejó a los nuevos de las prácticas que decían combatir.
La rabia más reciente de los iquiteños -que podría trasladarse a la mayoría de capitales de provincias y distritos- ha sido contra la obra del alcantarillado. Esta rabia se mezcló con la campaña electoral en el 2014 y provocó que el candidato con mayor habilidad para capitalizar esa rabia fuera elegido gobernador, dejando a su paso a otros que ya habían pretendido antes que él dicho puesto. Nótese que el mayor problema judicial que tuvo el expresidente regional Iván Vásquez Valera en ese entonces no fue por el alcantarillado sino por la compra de motochatas -en ese momento se acusó de haber favorecido a través de una licitación a empresarios- que, vaya paradojas de la vida política, hoy Meléndez usa para beneficiar a unos empresarios privados foráneos con el traslado de gas desde Yurimaguas a Iquitos, sin ningún tipo de concurso. Esa rabia ciudadana expresada en octubre del 2014 no sólo careció de dirección sino de objetivos claros y -por los últimos hechos en Saramurillo o DIRESA, Energía y Minas y DREL- hoy tenemos un gobernador que no sólo no le interesa solucionar el problema del bloqueo del río Marañón sino que lo niega en cadena nacional. Y persiste en avalar las malas prácticas en los sectores donde ha colocado gente de su confianza o, en el peor de los casos, personas pusilánimes.
¿Necesitamos un loretano rabioso en estos tiempos? Claro que sí. Mario Vargas Llosa afirma que es mejor que no tengan presencia en la vida ciudadana. Bittner -como para reafirmar que el periodismo escrito siempre estará vigente y motivará ensayos propositivos fundamentados- piensa que el ciudadano rabioso negativo o positivo siempre provoca desarrollo. Agregaría que en Loreto siempre la rabia de bienintencionada y creativa se vuelve maligna y destructiva y puede llevarnos a padecer peores gobernantes que sus antecesores como puede colegirse de los dos casos tratados en este artículo.