Hacerle caso a la calle

Lo que está pasando en Brasil se va a replicar en otros lados

Algo extraordinario está iniciándose en Brasil luego de las protestas juveniles vinculadas a las reformas de transportes, educación y salud. Sin que muchos internacionalistas lo presagiaran y sin que, incluso, los mismos políticos brasileros pensaron que iba suceder. Las protestas y – lamentablemente los muertos – han traído resultados estupendos que no sólo se trata de reformas que aminoren la violencia o frenen los apetitos electorales de los que pudieran subirse al coche de la masa enfervorizada, sino se trata de verdaderos cambios que por supuesto traerán mucha cola y despertará imitaciones en otros países de América Latina y claro (a priori) del Perú.

Lo más sorprendente de todo esto, es que las autoridades sin pensar en lo que podría significar un gesto de debilidad o cálculo político han dado su brazo a torcer. Y no estamos hablando sólo del aparato federal – ejecutivo del Brasil sino del parlamento y específicamente de la Cámara de Diputados que han empezado a reaccionar con inusitada celeridad dando leyes que apunten a solucionar los “errores” que estas protestas juveniles han puesto en evidencia.

A diferencia de lo que podría pensar un político peruano, aquí no habido tiempo para el cálculo electoral. En nuestro país, por ejemplo han existido lamentables hechos de violencia que, sin embargo no han hecho reaccionar a nuestros gobernantes. Un caso claro son los muertos del Baguazo, que, a pesar de lo lógico e histórico y de simple sentido común que tenían como argumento de fondo estas protestas, se actuó con represión y hasta ahora con impunidad. El mismo Conga, independientemente de la actuación de las autoridades regionales, actualmente es una referencia del por qué siempre al final es bueno y fructífero escuchar y hacerle caso a la calle.

En Brasil ha sucedido todo lo contrario. Por ejemplo, lo que se pensaba que era el detonante inicial ha sido corregido. El aumento de 1.40 centavos de dólar a 1.50 en el transporte público en las principales ciudades ha sido derogado (el aumento era 10 centavos algo así como 25 céntimos en nuestra moneda). Ya se ha confirmado una inversión de 25 mil millones de dólares para reformar este servicio y en la Cámara de Diputados se ha presentado una propuesta para que el pasaje sea gratuito para los estudiantes, una decisión que parece tiene adeptos en varias bancadas.

Pero no es lo mejor. El fondo del asunto, es decir la Educación y la Salud se ha puesto en una inmejorable agenda. La presidenta Dilma Rousseff se ha comportado a la altura y ha planteado los “pactos nacionales” para implementar estos servicios. ”Quiero proponer un debate sobre la convocatoria de un plebiscito popular que autorice el funcionamiento de un proceso constituyente específico para hacer la reforma política que el país tanto necesita”, ha manifestado sin que le tiemble la voz.

No por eso le están diciendo “chavista” o “bolivariana” y menos se le acuse de que no cumple su hoja de ruta o que se esté empezando a poner polos rojos. Este discurso en nuestro país sería denominado subversivo y si sucediera tal vez en este momento habría agitadores en la calle gritando a solapadamente “golpe de estado”. Aunque habido negativas y críticas a la posición de la presidenta, estas más van por los plazos y formas que por el fondo.

Parte de las reformas ya planteadas implican que se destine el 100% de los ingresos provenientes del petróleo a Educación. Es decir, no unas regalías ni un canon, sino el íntegro de los ingresos para este sector que de por si ya era muy beneficiado con una serie de programas. En cuanto a la corrupción, el gobierno retrocedió rápidamente en una propuesta que limitaba la actuación e independencia de los fiscales en investigaciones sobre corrupción sobre todo en políticos. Eso sí puede ser considerado como revolucionario y en vez de pensar que el gobierno se debilita o pierde, se atribuye más al país del fútbol como una nación seria y que institucionaliza y separa los poderes.

Hacer caso a la calle no es síntoma de debilidad. Es sólo lectura real de los acontecimientos. Los círculos empresariales y políticos son importantes para la referencia en el gobierno, pero jamás se interponen a los sucesos de la calle que en buena cuenta toman la temperatura de lo que realmente necesita la sociedad en su conjunto. Eso es democrático, no tiene nada de izquierda ni de derecha, sólo reivindica el sentido natural de la política y democratiza las decisiones. Brasil ahora, antes que ser mirado como el país de las inequidades, el fútbol o tal vez el de los programas sociales, habría que auscultarlo como el que inicia los principios para la igualdad.

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