Un problema que goza de la indiferencia de muchos
¡LOCO ME LLAMA LA GENTE!
Escribe: Randy Wagner Ríos Gutiérrez
randyriosg@gmail.com
En Iquitos no solamente encontramos delincuentes, mendigos y prostitutas en las calles, existen también aquellas personas con miradas perdidas, sonrisas sin razón alguna, a veces de carácter amable, otras veces desafiante, aquellos a los que comúnmente los llamamos locos.
Volveré a intentar conversar con “Julio Iglesias”, me interesa saber cuál es el motivo de su locura, saber dónde están sus familiares y desde cuándo se enfermó; tal vez fue tan triste su pasado y más triste está su presente, seguiré visitando a “Julio” para tratar de hacerle entrar en razón, quizá él se vuelva cuerdo, quizá yo me vuelva loco; pero al menos no seré uno más de aquellos que lo miran con indiferencia.
Decidí investigar acerca de aquellas personas que sobrepasaron los límites de lo neurótico y ahora padecen de psicosis, esquizofrenia o paranoia; personas con un comportamiento diferente al resto de nosotros, quienes nos consideramos personas normales. ¿Pero desde cuándo se designó a estos problemas mentales como locura?; investigando encontré que fue hasta final del siglo XIX, así le llamaban a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma (del latín vulgar delirare, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura «desviado del surco recto»), por culpa de un desequilibrio mental, por el cual un hombre o una mujer padecía de delirios enfermizos, impropios del funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de actos extraños y destructivos. Los síntomas de ciertas enfermedades, como la epilepsia u otras disfunciones mentales, fueron también calificados de locura.
Locura, según el diccionario significa “privación del juicio o del uso de la razón”; sin embargo, esta acepción no siempre ha sido tal. Antiguamente, se creía que era consecuencia de maniobras sobrenaturales, o netamente demoníacas, también se pensaba que actuaba en el hombre como castigo divino por la culpa de sus pecados.
En el Renacimiento, la locura surge como una nueva encarnación del mal, es en este momento en que aparece la denominada «stultifera navis» (nave de los locos) que determina la existencia errante de los locos. Dicha nave fue utilizada para eliminar del territorio a estos seres molestos que ponían en riesgo la seguridad de los ciudadanos; el furor sin causa era concebido como un síntoma inequívoco de locura y un motivo de confinamiento en la nave de los locos. Sin embargo, este viaje no sólo hacía las veces de barrendero humano, sino que, otorgaba al loco la posibilidad de purificación, sumado al hecho de que cada uno es entregado a la suerte de su propio destino, pues “cada viaje es, potencialmente, el último”.
A partir de Erasmo de Rotterdam y del Humanísmo, la locura pasa a ser parte directa de la razón y una denuncia de la forma general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón; los papeles se invierten y dejan ver que una no podría sobrevivir sin la otra, pues ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para revalidar su necesaria presencia en el mundo. En el siglo XVII se dominó a la locura a través del encierro, con el llamado “Hospital de los locos”, donde la razón triunfó por medio de la violencia, pues se impartían prácticas tortuosas.
Muchos en algún momento habremos visto a aquel sujeto que deambula por las calles colindantes a la plaza 28 de Julio; mayormente en la esquina de Ricardo Palma con Tacna o en las primeras cuadras de la calle San Martín, un hombre que presenta una vestimenta bastante sucia y su ondulado cabello con motas formadas por el poco aseo que practica. Me acerqué a dicho personaje sin obtener respuesta alguna, le ofrecí chupete, gaseosa hasta una moneda de un nuevo sol, pero todos mis ofrecimientos fueron en vano, pues jamás me dijo palabra alguna ni aceptó lo que le convidaba. Algunos lo llaman “Julio Iglesias”, pues en algún momento fue lo que les dijo a los vecinos del lugar y eso bastó para que todos lo conozcan por ese nombre; me entristece saber que no tiene familiares o si los tiene no están interesados por la salud mental de “Julio”, pues siempre lo encuentro merodeando por los mismo lugares.
¿Cuáles son los síntomas de la locura?
Como las manifestaciones de la locura son muy variadas, se pueden considerar síntomas de diversos estados; en cada caso, el afectado muestra una conducta que se aparta de la normalidad de una forma determinada, por eso los afectados quedan desplazados de su entorno social. Frecuentemente se manifiesta como una pérdida de control, en la que los sentimientos se muestran desinhibidamente; la conducta se desplaza fuera de lo racional y las consecuencias de los propios actos no se tienen en cuenta, los actos pueden ser objetivamente absurdos e inútiles, la diferencia entre lo real y lo irreal puede desaparecer, viéndose perturbada la percepción de la realidad.
Las características perceptibles de la locura abarcan un área amplia entre la actividad frenética y la catatonia; de un lado están los maníacos, en el otro los depresivos y los apáticoss. A menudo se dan disfunciones en las capacidades comunicativas, que pueden disminuir la inteligibilidad del discurso y pueden parecerse al habla de un niño pequeño: repetición de porciones de frases, reduplicación, hablar con rimas simples, onomatopeyas o cantar canciones infantiles.
!Insiste! ese loco es antiguo, . recuerdo verlo desde mi infancia insultando a la gente, siempre quise saber como se habrá vuelto loco…!!!
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