ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
Se equivocan quienes creen que la salida de Linda Caba del grupo “Explosión” se limita a la farándula. La propia vocalista lo ha dicho: en las redes sociales los comentarios más feos vienen del lado femenino. «Bien feo», ha repetido.
Si en “el orgullo amazónico” han acuñado la frase “solo Explosión supera a Explosión”, por extensión se tendrá que decir que “solo Linda Caba supera a Linda Caba”. Agrego algo más: “Solo Raúl Flores Vásquez supera a Raúl Flores Chávez”.
Y enhorabuena. Antes, durante y después de la pandemia, post muerte del creador de ese imperio musical de Iquitos, el hijo de Papá-upa ha sabido, seguro con la ayuda del mismo entorno, mantener un negocio en el que se juegan egos, infidelidades, traiciones (que a veces parecen las mismas cosas, pero no lo son) y todo lo que conlleva rodearse de licor, música y desvelos. Sin embargo, Raulín puede exhibir una condición que ya quisieran algunos padres con ciertos millones en los bancos y prósperos negocios: que sus hijos continúen en el rubro y aumenten las cuentas financieras.
Los vocalistas pasan, “Explosión” queda. Para entender todo este entretenimiento, finalmente, -eso debería ser toda la vida- hay que rebuscar en la doctrina musical de Raúl Flores Chávez. Él, el gordo Flores, quien había sufrido el embargo de una de sus propiedades por una empresa cervecera que años más tarde le tuvo como su principal aportante y consumidor estrella, se oponía a que se autopromocionaran los cantantes, músicos, bailarinas. Pero era inevitable. Cada asistente, sean al «Agrico”, “COA”, “Complejo del CNI”, “Pardo” y más, tenía su preferida. En su momento Betina Alván, Ofelia Chávez, David Nuñez, Alice Vela, Waldir Sánchez, unos con más tiempo que otros, recibían obsequios de todo tipo del respetable. Desde cervezas en la mano hasta las propuestas más indescifrables que el mundo nocturno puede provocar. El intérprete de “las pandillas”, David Nuñez, salió desganado en una oportunidad. Raúl papá sabía que ambos se necesitaban. “Explosión” hizo posible que los amazónicos cambiemos los temas carnavalescos. Dejemos atrás aquello de que “para subir al cielo se necesita, una escalera grande y otra chiquita…” por el de “huaquisitos…. miren ve al chato Julio Ríos su cabeza parece raspadillo sin jarabe…”.
Otros vocalistas -y orquestas- crearon pandillas, pero ninguna igualó las de “Explosión” y la interpretación de David. Ambos se necesitaban. Así lo entendieron ambos y el «rey de las pandillas” volvió al imperio del que nunca debió salir. Dejó su electro ritmo para gritar “Explosión, el orgullo amazónico”.
Hoy ambos son parte de la historia y leyenda. Otros cantan las pandillas con igual o mejor vocalización que Nuñez. Pero la picardía, la empatía con el público, el tonito charapa con el que divertía a los fans es inigualable, insuperable. Se baila igual, pero nadie superará a David.
Linda Caba llegó desde Pucallpa para buscarse, como muchas, un espacio en el mundo artístico de Iquitos. No iba a hacerlo en “Explosión”, de ninguna manera. Ahí estaban las dos voces femeninas emblemáticas e irremplazables: Betina y Ofelia. Fue acogida por un empresario que administraba un centro de diversión menor y sin mayores pretensiones. Todos lo que acudían a la primera cuadra de “la Pebas” sabían que la voz femenina que provocaba suspiros, coros y algarabía, más que Marco Heysen, iba a migrar. Su sitio natural era “Explosión”; ella lo sabía y sentía así. Su talento llegó a los ojos de Papá-upa y, visionario como pocos, la llevó a “Explosión”. Lo demás es una historia por contarse para entender lo cruel y cíclico que es el mundo del espectáculo.
Con el orgullo amazónico sucede algo parecido a lo que se notaba en el futbol iquiteño, la época dorada en que el tráfico ilícito de drogas financiaba ese deporte. Todos querían jugar en CNI, a pesar que los financistas de “Capitán Clavero” y “Hungaritos” les ofrecían miles de soles más, pero sin llenos de tribunas. “Explosión” es la consagración para todo músico que se respeta. Pueden estar uno, dos, tres días o un meses y años, pero es un orgullo haber vestido ese uniforme. Los vocalistas que han salido molestos de “Explosión” y han regresado pueden dar fe de ello. Omar Santos, quizás el más antiguo del grupo, es un testimonio contemporáneo.
Linda Caba, porque en las orquestas sucede lo mismo que el fútbol, sabía que tarde o temprano Betina y Ofelia iban a dejar el escenario. Ella ocuparía el lugar de ambas, con un añadido: ser vocalista principal y la pareja principal del administrador del grupo. Con todo lo que ello representa.
En esas cuestiones amorosas en las que se mezcla el trabajo con la diversión es muy difícil meterse. Normalmente, la prensa de espectáculo sabe que canta el gallo pero la mayoría de veces no sabe dónde. ¿Habrá alguien, en cualquier rubro, que niegue que las relaciones laborales transformadas en sentimentales son habituales en “la isla bonita”? Las poses de diva provocaron miradas despectivas de los demás integrantes, esos que de lejos parecen amigos y de lejos son feroces críticos. Un tiempo, porque ella lo quería y el dueño lo permitía, Linda llegó a ser la figura principal. Ambos, con la magia musical del mejor arreglista del clan Sánchez, transformaron en éxito el “No sé”, en un momento que nadie sabía si iba a sobrevivir a la pandemia. Como era lógico, Linda aumentó su fama y no había privadito donde no cantara y encantara. Hasta que terminó la cuarentena y la anónima cantante que llegó desde la tierra colorada era otra.
Luego de varios devaneos e intentos frustrados, por fin Raulín decidió la inclusión de Siumi García, también llegada de Pucallpa. Solo bastaba verlas a ambas en el escenario para darse cuenta de que no había empatía entre ellas. A la par, la relación entre Raulín y Linda iba en su peor momento. Eso era de conocimiento de todo el personal de “El Pardo”.
Esa relación es importante para explicar la situación actual, pero ingresar en ese terreno es moverse en aguas turbias y arenas movedizas.
En el penúltimo capítulo de este culebrón, Linda Caba ha hecho lo de siempre. Abrumada por las reacciones en redes sociales, causadas por una publicación donde ella es la protagonista en un papel nada agradable, ha contado su verdad ante un amigo periodista, un amigo entre comillas, para recordar la composición del chileno Fernando Ubiergo. Las medias verdades, las poses de humildad, las incógnitas dejadas por sus palabras, el intento de “lavarse la cara” y el anuncio de su futuro inmediato, que es incierto por sus propias incertidumbres, no quitará para la nada lo extraordinaria vocalista que es, la amante de los animales (especialmente perros y gatos, en ese orden) en la que se ha convertido, la hija agradecida que es, el aporte al “orgullo amazónico” que representa. Cada cosa en su lugar. Cada una tiene su época. La farándula trasladada a la vida diaria, con toda la hipocresía, traición y mala y buena leche que eso tiene. Su reaparición mediática, sin cosméticos, pero con mucho maquillaje, seguirá dando que hablar porque así es la vida de las divas y Linda lo sabe.